Retoma Leyva vuelo literario

AutorYanireth Israde

Al escritor mexicano Daniel Leyva (1949-2019) le regocijaba más conversar con el pescador, con el mesero o con el vendedor de periódicos que participar en una tertulia de intelectuales.

Viajero hasta el fin de sus días, charlar con gente de los más diversos oficios en distintos países implicaba para el ganador del Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores 1976 otra manera de recorrer y vivir el mundo, rememora en entrevista Amelia Becerra Acosta, viuda del también poeta, a propósito del lanzamiento de Divertimento, obra póstuma del autor, publicada por Ediciones Sin Nombre y Producciones Delba.

"Le gustaba aprender de aquellas pláticas y pasaba horas platicando con personajes reales de las diferentes ciudades que visitaba, y de ahí también salían historias; podía interesarle más estar conversando con el mesero de un café parisino que estar en una cena de intelectuales.

"Y cuando viajaba", evoca, "los primeros lugares que recorría eran las calles de una ciudad; le encantaba encontrar o reencontrarse con calles -si eran ciudades que habitó-, y se asombraba como si fuera la primera vez que las veía, porque siempre descubría algo. Siempre, también, tenía que ir a una librería, porque un libro era un viaje, un aprendizaje".

Esta afición de viajar a lomo de libro la comparte precisamente Luciano, el protagonista de Divertimento, un suicida afincado en París que reincide cada vez en su empeño, acercándose, paradójicamente, a la vida, hasta su insólito desenlace.

El personaje de Luciano surge en Crispal, el poemario que le dio el Premio Villaurrutia, reaparece en La cifra de los pasos (1994) y ahora también en el nuevo libro, descrito por Becerra Acosta como una novela en endecasílabos, acorde con el talante lúdico y experimental de autor que inventaba palabras y eludía puntuaciones.

"Es el fin de una espiral para este personaje, Luciano, determinado a decidir cuándo morir. Por eso comienza siempre con la misma frase: 'Pensé en suicidarme esta mañana, pero...'. Ese pero es una vida, y así sucede en tres épocas diferentes: a los 20, a los 40 y a los casi 70", relata Becerra Acosta.

Los endecasílabos no le suponían fatiga sino recreación a Leyva, quien escribía diario, de las 10 de la mañana a las 3 de la tarde, con excepción de los domingos, que los dedicaba a mirar partidos de futbol.

"Estaba obsesionado con los endecasílabos coincidentes, porque era un hombre muy lúdico; le gustaba retarse. Estos versos eran entonces un juego, un...

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