Retratan a un padre como un ogro fallido

AutorRicardo Pohlenz

Siempre se le puede achacar la culpa a la figura paterna, renegar de su sombra, conjurarla en su denostación y homenaje, saberla omnipresente al final. Este es, al menos, el intento bien intencionado de Peter Schønau Fog con su ópera prima, El arte de llorar en coro.

Fog se convirtió en una de las figuras más prometedoras en la nueva escena danesa con Pequeño hombrecito (1999), su cortometraje de graduación: drama sobre el regreso y la expiación de culpas en una isla del Mar del Norte. A pesar de las expectativas, Fog se dedicó más bien a la docencia y algunos proyectos alternativos. Tardaría casi ocho años en estrenar su celebrada primera película. Sin considerar la dificultad de algunos temas de la película (el abuso infantil y cierta gratuidad para con la muerte), sobre todo para una producción financiada por el gobierno, el proyecto sufrió algunos cambios entre las puertas que fueron siendo tocadas con la esperanza de su realización. No ayudaba tampoco que los diálogos hubieran sido escritos en dialecto de Jutlandia.

Después de apoyos y recomendaciones, el guión fue reescrito para articularse en episodios (como la novela original, de Erling Jepsen). Se mantuvieron, sin embargo, los diálogos en dialecto jutlandés. Esta obcecación de localismo íntimo se deja sentir como una afirmación paradójica. Con una eficacia formal de vieja guardia, Fog se permite trazar con ironía fragrante un...

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