Revelan secretos de Álvarez Bravo

AutorErika P. Bucio

Un letrero colgaba en el cuarto estudio de Manuel Álvarez Bravo: "Hay tiempo".

En sus momentos finales, le anunció a su enfermera: "En 43 minutos me voy". El centenario fotógrafo moría apenas unas horas después.

Su vida, con la cámara, estuvo regida por el tiempo, el detener un instante, dice el fotógrafo Pablo Ortiz Monasterio, quien era parte de ese grupo de discípulos y tertulianos convidados por don Manuel a su casa en el Barrio del Niño Jesús, en Coyoacán.

Fue la fotógrafa Graciela Iturbide, su alumna predilecta, quien lo introdujo en el mundo privado del artista. Saltaba a la vista la pasión de Álvarez Bravo como coleccionista. No en vano, cuenta Ortiz Monasterio, Emilio Azcárraga le encargó -dándole una chequera gorda- formar la colección de fotografía de Fundación Televisa, quizá la más importante de América Latina.

Don Manuel no sólo atesoraba en su casa fotografías sino también estampas, piezas arqueológicas y arte popular. Objetos dispuestos no de forma caprichosa sino con un orden que a simple vista no era posible descifrar.

Ortiz Monasterio un día le propuso a Álvarez Bravo que le dejara fotografiar su estudio. Tenía en mente el libro de David Duncan, The Silent Studio, una visita fotográfica al último estudio de Pablo Picasso en Mougins, en la Riviera francesa. Pero don Manuel se negó. "No vale la pena", le respondió.

Hasta que mucho tiempo después, Álvarez Bravo le llamó por teléfono: "Véngase Pablo, vamos a hacer unas fotos".

El editor se lanzó a Coyoacán con su cámara y cuanto rollo fotográfico pudo. "Vamos a retratar las cositas", le propuso el veterano fotógrafo. Ortiz Monasterio empezó a retratar los "altarcitos" en el estudio, donde se acomodaban objetos disímbolos: una fotografía, una pila, un cartón, unos cerillos, una pieza prehispánica, semillas secas.

Incluso le sacó de una cajita Kodak las "fotos secretas", imágenes de desnudo de conocidas y amigas que habían aceptado posar para su lente pero con fines de publicación.

"Para los ojos no enterados sí se daba uno cuenta que algo había, que (los objetos) no habían caído ahí por casualidad, había una intención pero no era una narrativa evidente"...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR