¿Rico, barato y saludable?

AutorIsrael Sánchez

Aunque hace tiempo que en el ideario público las sopas instantáneas figuran como un alimento dañino para la salud, su consumo en el País está lejos de haber disminuido.

Mientras en 2015 se adquirieron en México 850 millones de unidades de fideos instantáneos, para 2019 ascendió a mil 220 millones.

Un aumento del 43 por ciento en tan solo cuatro años, que posiciona a México como el segundo mayor consumidor en Latinoamérica de este alimento ultraprocesado, sólo después de Brasil, de acuerdo con datos de la Asociación Mundial de Fideos Instantáneos (WINA, por sus siglas en inglés), consultados por el Laboratorio de Datos contra la Obesidad (LabDO).

La razón de esto, coinciden especialistas, estriba en la precariedad económica y laboral de gran parte de la población y en la carencia de una política de Estado a favor de la alimentación saludable.

"(Este tipo de sopa) es súper barata, y con ella alguien queda satisfecho por la cantidad de calorías y de saciedad que da en el estómago. Cubre perfectamente la necesidad de gente que trabaja y tiene sólo 15 minutos para comer, que no quieren cargar comida o que no tienen los ingresos suficientes para preparar comida", comenta en entrevista la maestra en nutrición clínica Claudia Mimiaga.

"La pobreza en el País ha ocasionado que las personas salgan más horas al día de su casa, que hagan traslados más largos, y esto sacrificando las comidas que, en el mejor de los casos, tendrían que hacer dentro del hogar. El sueldo no alcanza, es verdad. Y tampoco tenemos una política alimentaria y nutricional que haya garantizado la disponibilidad de alimentos frescos", lamenta la nutrióloga experta en orientación alimentaria Julieta Ponce.

Sin embargo, el bajo costo de cada vaso de sopa instantánea eventualmente puede derivar en una cuota muy alta para la salud de quienes las ingieren repetidamente.

Y es que están hechas principalmente de harinas y almidones, adicionadas con potenciadores de sabor, aceites vegetales, ciertas grasas animales, derivados de soya, levaduras, azúcar, sales y numerosos químicos.

"Para darle una apariencia, un sabor y una textura, tienen que utilizar muchos químicos; es decir: todo es irreal. La sopa no tiene esa textura de origen, no tiene ese sabor de origen y no tiene esos olores de origen. Entonces se hace necesario utilizar un montón de aditivos químicos", remarca Ponce, directora del Centro de Orientación Alimentaria.

"Lo primero que tienes que hacer es una comparación: cuántos...

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