Roberto Bolaño: Desde el otro lado del espejo

AutorÓscar Cid de León

Cuando Roberto Bolaño publicó su primer libro, salió dando brincos de la editorial, Taller Martín Pescador, como un niño. En las manos llevaba un ejemplar calientito de Reinventar el amor y, en el rostro, la sonrisa del poeta que había dejado de ser inédito, lo que debió de ser no cualquier cosa, sobre todo para una de las figuras más visibles de un grupo de subversivos que se había arrojado a enfrentar a Octavio Paz. Había que "darle en la madre" a la mafia, su omnipotencia. O ésa era al menos la consigna que entendían.

Pero ese día que salió dando de brincos no parecía un subversivo.

"Estaba feliz de la vida con su librito en la mano. La felicidad era absoluta", recuerda el peruano José Rosas Ribeyro, que lo abrazó al verlo salir.

Bolaño tenía 23 años y estaba aún lejos de ser considerado como uno de los autores más influyentes de la narrativa latinoamericana, tras publicar, hace justo tres lustros, Los detectives salvajes. Por entonces, el chileno radicado en el DF desde los 15 años -hijo de una profesora y un camionero y ex boxeador desligados de la literatura- era tan sólo un poeta y su grupo se hacía llamar "Los Infrarrealistas". En él figuraba, como en un clan, su gran amigo Mario Santiago Papasquiaro, además de José Vicente Anaya, Ramón Méndez Estrada, Bruno Montané, Guadalupe Ochoa, Juan Esteban Harrington, José M. Peguero, Lisa Johnson, Rubén Medina, Jorge Hernández, a quien llamaban "Piel Divina", así como las hermanas Mara y Vera Larrosa y, entre otros, el propio Rosas Ribeyro.

Se reunían, sobre todo, en el Café La Habana, donde hablaban de literatura y a menudo se emborrachaban. Todos menos Bolaño, precisa Rosas Ribeyro, quien asegura que solamente bebía café con leche en vaso: "Contra todas la idioteces que se han dicho, no tomaba ni se drogaba. Mario Santiago sí fumaba mariguana y cosas por el estilo; los otros también, incluso yo un poco. Pero Roberto era de lo más sobrio y se alimentaba a veces durante todo el día con café con leche; uno, dos, tres vasos. Me pregunto si no fue el café con leche el que le destrozó el hígado".

Bolaño, que este 28 de abril hubiera llegado a los 60 años, pero que en cambio cumple 10 de fallecido el próximo julio, retrató de algún modo a toda su generación en Los detectives salvajes, cuya historia está poblada de decenas de personajes que van de la realidad a la ficción, y de regreso. Él mismo asoma, por ejemplo, en el protagonista, Arturo Belano, su álter ego, mientras que Papasquiaro en Ulises Lima. El movimiento al que todos pertenecían es nombrado en la novela como "realismo visceral".

En sus páginas, Belano y Lima, los detectives salvajes, van en busca de las huellas de una poeta llamada Cesárea Tinajero, desaparecida en los años posteriores a la Revolución. La búsqueda se prolonga 20 años y una infinidad de personajes.

"Creo que Roberto le dio voz a una mística de la marginación y de la literatura que se dio en la segunda mitad de los 70", considera la poeta Verónica Volkow. "Su grupo se atrevió a vivir...

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