Roger Bartra / Nuestro tiempo

AutorRoger Bartra

Se suele suponer que necesitamos una idea del tiempo que nos tocó vivir. No sólo lo requieren urgentemente los políticos, sino también la gente que está interesada en entender el mundo que la rodea y que desea una explicación coherente de su entorno. Las visiones que tenemos de "nuestro tiempo" proceden de muy diversas fuentes. Los escritores modernos se han aplicado a ello por lo menos desde que Lermontov en el siglo XIX, en un célebre libro, hizo lo que llamó un "retrato de todos los vicios de nuestra generación" (Un héroe de nuestro tiempo, 1839). Hay una cantidad innumerable de ensayos y novelas que han querido hacer, como lo expresó Karl Mannheim en 1942, "un diagnóstico de nuestro tiempo". Así, recientemente, se ha hablado de que estamos en la era postmoderna, en el tiempo de la globalización, en la era del vacío o en los tiempos líquidos.

Muchos creen que estamos viviendo una nueva época, que se inició con el fin de la guerra fría y la caída del muro de Berlín. Un artículo reciente de Mark Lilla publicado en New Republic (del 17 de junio, traducido en el número de octubre de Letras Libres) afirma que vivimos en la era del libertarismo, unos tiempos en que las ideologías típicas de los siglos XIX y XX han desaparecido. En los países democráticos y desarrollados las viejas ideologías han sido sustituidas no por nuevos modelos explicativos sino por un dogma hegemónico libertario. No es una nueva forma de liberalismo, sino una mentalidad y un estado de ánimo que encarnan en un dogma sobre la libertad individual. Por ello, concluye Lilla, "nuestra edad libertaria es una era ilegible". En esta nueva época hay una densa niebla que nos impide leer las características de nuestro tiempo, pues carecemos de las palabras y las ideas para describir el mundo. Ya lo había expresado Paul Valéry mucho antes, después de la Segunda Guerra Mundial: se estaba levantando, dijo, "el edificio monumental de lo ilegible".

Estaríamos inmersos en una época ine-fable e inenarrable, no por estar frente a una realidad maravillosa o mágica, sino por ser incapaces de comprender los signos de nuestro tiempo. Y si no los entendemos tampoco podremos narrar lo que ocurre a nuestro alrededor. Ya lo había advertido Lyotard: se ha terminado la época de las grandes narrativas. Estamos sumergidos en una cultura...

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