Entrevista / Rolando Pérez Betancourt / Desempolvan Éxodo del Mariel

AutorErika P. Bucio

Entre el 18 y el 21 de abril de 1980, más de 10 mil cubanos irrumpieron en la Embajada de Perú en La Habana. Ese episodio detonó el posterior "Éxodo de Mariel", que significó la salida de 125 mil cubanos a través del estrecho de La Florida.

Testigo directo de aquellos hechos, el periodista y crítico de cine Rolando Pérez Betancourt desempolvó sus cuadernos de apuntes para escribir la novela La última mascarada de la cumbancha (Océano), la primera que se publica en Cuba con el Mariel como tema central y narrada desde el punto de vista de quienes se marcharon.

¿Cómo se planteó contar esos hechos sucedidos en 1980?

Aquellos hechos estuvieron precedidos por una serie de provocaciones violentas, extrañamente amparadas por las mismas embajadas contra las cuales se atentaba. El Gobierno cubano decide retirar la protección a la Embajada de Perú después que un ómnibus secuestrado arremete contra sus cercas y como consecuencia muere un custodio.

Desde aquel primer momento, y hasta el último día del Éxodo del Mariel, estuve estrechamente vinculado con los hechos. Pude haber escrito un libro de testimonio inmediato, pero lo visto sobrepasó durante mucho tiempo mis razonamientos y emociones. Decidí vivir y esperar.

Diez años después, en 1990, comprendí que el "blanco y negro" de aquellos días de profundo dramatismo se había llenado de matices.

Elige una multiplicidad de voces para contar aquel suceso, ¿por qué?

Diez mil personas en la Embajada, 125 mil desfilando por el Estrecho de la Florida; allí había de todo y cada uno de ellos con sus motivos muy personales, desde ir a la conquista del Sueño Americano, hasta el reencuentro con un familiar. Un abanico de justificaciones y razones, entre las cuales, por supuesto, se encontraba el factor político. Una sola voz hubiera sido pretender ser Dios.

¿Cómo construyó a estos personajes? ¿Pudo entrevistarse con algunos de los refugiados? ¿Trabó contacto con ellos?

Con cientos y cientos de ellos y no faltaron amigos de una vida, gente con la que crecí e incluso les guardo no poca gratitud, que saltaron detrás de la alambrada. Desde el primer día estuve 12 y 14 horas junto a las cercas de la Embajada de Perú, después a tiempo completo en las largas semanas que duró el Mariel, en el campamento donde los refugiados aguardaban la partida, en los muelles, dentro de los barcos.

Detrás de la cerca hice amistades, e incluso tuve un grupo que se autonombró...

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