Ronda la Muerte por la colonia Roma

AutorRicardo Diazmuñoz

Fotos: Ricardo Diazmuñoz

"Qué prueba de la existencia / habrá mayor que la suerte / de estar viviendo sin verte / y morir en tu presencia"

Xavier Villaurrutia

Si usted no va a salir de la Ciudad de México estos 1 y 2 de noviembre, le sugiero un recorrido por los altares de la colonia Roma, un barrio entrañable y de gran tradición que a partir de 1990 le fue añadiendo a su nostalgia restaurantes, cafés, galerías, dos tianguis los sábados y domingos, y varios mercados sobre ruedas.

Iniciamos el recorrido por el altar que colocan los tianguistas en la calle El Oro frente a la Fuente de la Cibeles. La ofrenda abunda en "flores de muerto" (cempasúchiles), frutas, veladoras, incensarios, imágenes sagradas, cartas y calabazas labradas con extraños rostros.

Caminando por la calle de Durango se encuentran, a unos pasos, los altares de las galería Pecannins y el restaurante La Tecla; sus calaveritas de azúcar nos recuerdan que hay que saborear la muerte a mordiscos; es inevitable decirnos lo que dicen los nahuas de San Miguel Tzinacatapan, en la Sierra Norte de Puebla: "Nosotros comemos de la Tierra / por ello la Tierra nos come".

Después de cruzar la Avenida de los Insurgentes y doblar a la derecha en la calle de Tonalá, llegamos a la Avenida Álvaro Obregón. Durante la caminata observaremos con frecuencia carteles que reproducen la célebre Catrina de José Guadalupe Posada y ocasionalmente "La danza macabra", de Juan Holbein el Joven.

Mientras caminamos por la arbolada avenida Álvaro Obregón, nos asalta un pensamiento de Martín Heidegger: "El hombre es un ser para la muerte", y entonces nos refugiamos en Teorema y nos entretenemos en su altar o hurgamos entre las estanterías libros relacionados con nuestra mizquiztli y con el tema. Podemos elegir entre "Nostalgia de la Muerte", de Xavier Villaurrutia, o "Beber un cáliz", de Ricardo Garibay. Con suerte podemos encontrar los tres tomos de "La muerte y su misterio", de Camilo Flammarion; su libro será acompañado con uno o dos separadores que reproducen grabados de José Guadalupe Posada.

Continuando la caminata llegamos al extravagante edificio de El Parián. Los comerciantes establecidos en su pasaje ornamentan el ámbito, desde el año pasado, con una ofrenda bastante sencilla. En la dulcería podrá adquirir sus calaveritas de dulce o chocolate.

Poco más adelante nos adentramos en El Ático, otra librería de viejo. Desde su altar, los esqueletos de barro nos pelan los dientes entre el "Diccionario ilustrado...

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