Rubén Mendoza: Los feos también lloran

AutorMariel Ibarra

Está acostumbrado a ganar, aunque para cumplir sus aspiraciones deba cambiar su filiación partidista. El ahora panista presume su "fealdad" y recorre el estado mexiquense con ánimos bélicos entre pelotas y promesas.

¿Por qué llora Rubén?, se preguntaban entre sí los reporteros al ver al candidato del PAN-Convergencia por la gubernatura del estado de México, sollozar en un acto en Cuautitlán Izcalli.

Eran las 20:00 horas del último evento marcado para el 11 de mayo. Era el mitin de la semana, lo acompañaría el ex líder nacional, Luis Felipe Bravo Mena, el secretario general, Alejandro Zapata Perogordo y se rumoraba la presencia de Marta Sahagún, pero nunca llegó.

A diferencia de otras ocasiones en que llega por la parte trasera a los eventos, Mendoza se abrió paso entre la gente que se encontraba en el "gallinero", las canchas de futbol de la Unidad Habitacional Infonavit Norte. Eran unas 5 mil personas, que más que ir a escuchar al candidato, iban al baile que ofrecería después "Mi Banda el Mexicano".

Luego de unos minutos de estrechar manos y repartir algunos besos, Rubén subió al templete, se paró en el centro, alzó los brazos, los sacudió indicando el número tres con los dedos y, ante la mirada sorprendida de la gente, se echó a llorar.

Las lágrimas se resbalaron entre sus anteojos cuadrados en un llanto quedo, de sollozos y pucheros, casi infantil; como cuando se necesita un abrazo protector que diga que todo está bien, aunque esto no sea cierto...

El primero en dárselo fue Bravo Mena, luego Francisco Gárate, el líder del PAN en el Edomex, mientras Rubén se secaba las lágrimas con un papel que metía por debajo de sus lentes. La imagen quedará para la historia, para su historia.

-¿Por qué llorabas Rubén? -le preguntaron los reporteros al bajar del templete.

-Porque la prensa no es justa y no informan lo que deben, ojalá que quisieran a México como yo lo quiero -respondió el candidato.

El hombre que sorteó luchas internas en su partido, impugnaciones de sus correligionarios ante el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (Trife), intentos de inhabilitación y hasta demandas penales que lo llevaron a definirse como el "pentapichichi", veía cómo su candidatura se desinflaba.

Al menos así lo indicaban las últimas encuestas, en donde el panista había perdido la delantera con la que arrancó en marzo, cuando tenía 39 por ciento de las preferencias electorales.

El día en que rompió en llanto estaba en la segunda posición, tendencia confirmada días más tarde por las encuestas: 9 puntos abajo de su contrincante del PRI-PVEM, Enrique Peña, de acuerdo con el último análisis de Reforma.

Y aunque el candidato albiazul siempre ha opinado que la encuesta real será la elección del 3 de julio, esta vez reconocía su caída, pero sin dejar de señalar que el "despilfarro de recursos" del candidato del gobernador, Arturo Montiel, habían surtido efecto.

Las palmadas de consuelo sobre la espalda del ex alcalde de Tlalnepantla funcionaron, al menos esa noche en Izcalli y en cuestión de minutos, la tristeza de Rubén se volvió euforia.

"¡Me voy a bajar a bailar con ustedes!", exclamó eufórico. Las trompetas y los tambores comenzaron a sonar. Rubén bajo al campo y abrió el baile.

Jóvenes y señoras se arrimaban a bailar con el candidato, que no le hacía el feo a nadie. Más allá, las parejas comenzaban a dar sus primeros taconazos, Rubén se veía feliz. El llanto se había olvidado.

Domingo de plaza

Todo estaba listo, chicharrón en chile verde, mole con pollo, arroz, chorizo con papas, los frijoles refritos y el agua de jamaica.

Cuatro mesas con comida para mil 500 personas rodeaban la plaza del Teatro Juárez.

Era el municipio de El Oro, el domingo 29 de julio, estaba nublado y un tanto nebuloso. En la plaza había unas mil personas, en su mayoría indígenas mazahuas y profesores del grupo de la ex líder del magisterio estatal, Trinidad Franco, que se sumó a la campaña de Rubén con la promesa de 100 mil votos.

Lo esperaban forrados con banderitas blancas y azules, gorras y bolsas de mandado estampadas con la caricatura de Rubén, en las que guardaban la torta de jamón, el refresco y la manzana prometidos desde que los acarrearon de sus comunidades al más viejo estilo priista.

La mayoría fueron traídos del Barrio de la Concepción, Pueblo Nuevo, Santiago Oxtepan y Santa Rosa de Lima.

-¡En unos minutos estará aquí nuestro candidato Rubén Mendoza!, ¿Cómo le vamos a gritar? -preguntaba el encargado de animar con un grupo versátil la espera del aspirante.

-¡Rubén, Rubén, qué tiene Rubén, que el niño bonito no puede con él!, respondían -en referencia a Peña- los que estaban hasta el frente.

Al espacio destinado como buzón del candidato, se acercaba la gente para hacer sus peticiones: un camino en Santa Rosa, una clínica, pozos de agua y, sobre todo, atender la...

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