RUTA 66 / Mudanza

AutorDiego Beas

En días recientes surgen informaciones contundentes, reiteradas y creíbles de que se prepara el primer gran rediseño de la Casa Blanca de Obama.

El síntoma más concreto del golpe de timón del que hablaba la semana pasada. La elección de medio mandato de noviembre y la crisis de popularidad del Presidente como coyuntura para alterar el curso. No hay opciones, lo tiene que hacer.

Apenas el lunes se publicaba una encuesta más haciendo palpable la espiral en la que se ha metido Obama con la opinión pública: 44 por ciento de los electores dice que votaría por no reelegirlo en el cargo. Un porcentaje muy elevado que aunque no resulta escandaloso a estas alturas sí apunta hacia un serio problema de confianza entre el Gobierno y la opinión pública.

Así, la pregunta se vuelve entonces ¿qué ha hecho -o dejado de hacer- la Administración para no merecer la confianza de la ciudadanía? Es justo allí donde se complican y bifurcan las respuestas. Todo depende a quién se le pregunte. Y, lo cierto es que, al final de cuentas, el grueso del descontento se centra en la incertidumbre económica.

Obama sabe que tiene un problema, pero no sabe exactamente cuál. Difícil hurgar en los poco menos de dos años de Gobierno y encontrar temas en los que se le pueda culpar por omisiones o meteduras de pata serias. Dos grandes reformas legislativas aprobadas en el Congreso -la sanitaria y la financiera-; una reacción decisiva a una crisis económica heredada; un cambio de rumbo contundente en una política exterior errática que tenía al país a la deriva; y un rosario de otras acciones de menos peso que en poco tiempo han vuelto a poner al país de pie y camino de sentar las bases de la recuperación -las bases, sólo las bases-.

A manera de paréntesis y en pos de matizar este argumento, el único error serio que se le podría atribuir a la Administración a estas alturas -y aun así es un tema debatible- es el que con insistencia machaca Paul Krugman: no se calibro bien la cifra del estímulo económico del invierno del año pasado. Los 787 mil millones que se inyectaron a la economía jamás serían suficientes para impulsar una recuperación duradera, desde entonces advirtió el economista de Princeton.

Se necesitaba, al menos, sobrepasar el billón de dólares. Y, parece, el tiempo y desarrollo de los acontecimientos le están dando, una vez más, la razón (en términos proporcionales al tamaño de la economía, el Reino Unido invirtió el doble).

Así que, ¿qué hacer?

Una de las pocas cosas de...

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