Sabato en el túnel

AutorChristopher Domínguez Michael

¿Qué decir de Ernesto Sabato? Que puso muy alto el listón de lo que debe ser, supongo, un escritor como testigo. Se decepcionó pronto del comunismo, tras visitar la Unión Soviética y haber sido dirigente juvenil comunista. Fue despiadado con el peronismo, pero denunció las sevicias cometidas por la llamada Revolución Libertadora de 1955 contra los militantes peronistas. Le gustó, además, Eva Perón como heroína y no se privó de exaltarla. Tras almorzar en 1976 con el General Videla, recibido con alivio por los antiperonistas y entonces sujeto al "apoyo crítico" del Partido Comunista, Sabato lo encontró dispuesto a dialogar. Pronto se horrorizó del más atroz de nuestros regímenes patibularios y escribió, para el gobierno democrático de Raúl Alfonsín, Nunca más (1984).

Nunca más es una de las relatorías del terror más eficaces que escritor alguno haya orquestado en un siglo donde han abundado los letrados prestos a bendecirlas o justificarlas. Sabato documentó el terror de Estado ejercido por la dictadura argentina sin exculpar a las guerrillas, peronistas o trotskistas, que pretendieron anticipársele, calculadoras o delirantes, con otra clase de dictadura. Y Sabato hubo de replicarle, en 1981, a uno de sus críticos, Gabriel García Márquez, invitándolo a que se ocupara no sólo de las víctimas del militarismo sudamericano, sino de los presos y los desaparecidos bajo el comunismo. Para Sabato no había dictaduras buenas y dictaduras malas.

El escritor Sabato (era moda en la Argentina excluir la tilde en los apellidos. Tampoco las usaba Mujica Lainez) no me parece tan grande como el ciudadano. Eso creo al menos tras terminar El túnel y algunos de sus ensayos. Fue el mejor de los discípulos latinoamericanos del existencialismo, no sólo por el aire de familia tan señalado entre El túnel (1948) y El extranjero (1942), de Albert Camus, sino por la devoción con que Sabato decidió ser un escritor de su época, asociado a sus filosofías y correr el riesgo de envejecer junto con las modas intelectuales. No es una mala apuesta y de hecho es la única a la que puede aspirar esa vasta clase media del intelecto distinguida por el talento y no por el genio.

A Sabato le tocó ser contemporáneo de un genio -Borges- y podría ejemplificar, en alguna historia literaria, esa tragedia de la subordinación, contra la cual el autor de Sobre héroes y tumbas (1961), hambriento de especulación filosófica y orlado de no pocas virtudes literarias, se rebeló de muchas maneras...

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