Sale de la sombra Manuel Echeverría

AutorSilvia Isabel Gámez

Cuando Manuel Echeverría se sienta a escribir, en su cabeza ya está todo resuelto. Conoce la primera y la última línea de sus novelas, y tiene determinada la estructura sin necesidad de recurrir a guías o apuntes. Nunca ha creído que los personajes se le puedan ir de las manos a un escritor porque los suyos siempre están bien amarrados.

"Si dice eso un autor, es porque no resolvió bien la historia, porque no sabe qué estaba escribiendo. Me resulta grotesco oírlo, de una inautenticidad brutal".

Echeverría (Ciudad de México, 1942) es un escritor atípico: rechaza presentar sus novelas, rehúye las entrevistas y nunca ha formado parte de capillas literarias. Temprano descubrió, dice, que su obra se desarrollaría mejor en la marginalidad.

"Me di cuenta de que el acto mismo de escribir ya era hacer literatura. La vida literaria era para mí estar encerrado en un cuarto, con una máquina de escribir".

En 1975, en un momento de "ofuscación juvenil", rechazó el Premio Xavier Villaurrutia, al que se hizo merecedor con su tercera novela, Un redoble muy largo.

"Fue un pequeño gesto de rebeldía o de protesta contra el criterio que utilizó el jurado; no quisieron comprometerse y eligieron tres o cuatro obras".

Autor de ocho novelas publicadas, el escritor cuenta con un grupo fiel de lectores que no conocen su rostro pero disfrutan de historias como la que narra en La sombra del tiempo (Océano), una trama que contiene los tres elementos básicos de un best-seller: sexo, religión y poder, a los que agrega su obsesión por el rigor formal y los personajes creíbles.

Echeverría describe un mundo que conoce bien: estudió Derecho y un tiempo se movió entre abogados. La trama de su novela se origina en un poderoso bufete de la Ciudad de México, encargado de gestionar la venta de la Naviera del Golfo a un corporativo japonés. Homero Galicia parte a Veracruz a hacer los trámites, pero a los pocos días es hallado muerto frente a la verja de una iglesia.

De su profesión de abogado, dice, no le quedó el afán de hacer justicia, sino el de observar a sus personajes, descubrir su lógica y entender sus reacciones.

"En un personaje no puede haber ambigüedad; se obtienen más ventajas de las actitudes unívocas, firmes. A nivel estructural, la ambigüedad es una fuente de debilidad literaria".

En La sombra del tiempo, ningún personaje es puro. No lo es Mateo Calderón, que agoniza en la Casa de los Arrecifes sin conocer lo que es el arrepentimiento; ni Ofelia Durán, una mujer...

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