Salir de la zona de confort

AutorAlessandro Triacca

A los 18 años Daniel Rangel decidió seguir su pasión por los negocios y fundó una agencia inmobiliaria en su natal Los Ángeles, a pesar de que EU atravesaba una de sus peores crisis financieras.

Contra todo pronóstico, el negocio de Daniel prosperó y con el paso del tiempo su economía marchaba viento en popa.

Sin embargo, a los 24 años, Daniel decidió vender su coche de lujo, donar sus pertenencias y regalarle su dinero a sus padres para emprender una aventura fuera de lo común: llegar sin recursos a una ciudad desconocida y hacer crecer un negocio que le permitiera viajar libremente por América Latina, confiando todo en su creatividad.

Fue así como Daniel llegó hace siete meses a la Ciudad de México, con tan sólo una mochila, tres libros y 300 dólares en el bolsillo.

Hoy en día Daniel ya consolidó su proyecto de nombre "Creativum", en el que se dedica a elaborar un producto hecho simplemente con hilos y botones, el cual no sólo le ha permitido financiar su viaje, sino también inspirar a otras personas.

¿Por qué te decidiste a dejar todo atrás?

Fueron varias ideas a lo largo de mi vida. En concreto, sentía que a los 24 años llevaba vida de viejito. Me daba miedo morirme sin cumplir mis sueños. No fue una decisión fácil, porque había tenido un año bueno en mi negocio, pero mi deseo fue más grande que mis pertenencias y así que me decidí.

¿Qué tenías en mente cuando pisaste la Ciudad de México?

La idea era hacer crecer un negocio empezando con 300 dólares, pero no sabía cómo. Quería partir de cero en una ciudad desconocida para mí, sin tener nada planeado y utilizando únicamente mi creatividad.

¿Cómo surgió "Creativum"?

Cuando llegué estuve buscando trabajo, pero me pedían papeles que no tenía. Una noche, cuando ya estaba desesperado, se me ocurrió la idea de hacer un brazalete para mostrarle a las personas que algo tan simple como eso sería suficiente para llevarme muy lejos.

Al día siguiente fui al Zócalo para comprar material. Yo sólo sabía de ventas, de hacer brazaletes no tenía idea. Así que pensé en hacer algo rústico, minimalista, simplemente agarrar un hilo y amarrarle un botón.

Ahí empezó mi proyecto. Salí a la calle con mi cámara y fui a cafeterías, universidades y tiendas a contarle a las personas mi objetivo: cruzar toda Latinoamérica, desde México hasta Argentina, vendiendo algo tan simple. Luego tomo fotografías de todos aquéllos que me han apoyado a lo largo de este tiempo.

Cuando vendí el primer botón me sentí más satisfecho...

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