El sano ejercicio de la claridad

AutorJavier Aranda Luna

Augusto Monterroso ha cultivado desde sus primeros textos el sano ejercicio de la claridad. En sus cuentos, ensayos y notas de diario cada palabra descubre su misterio; cada punto, cada signo, su secreto esplendor. En sus libros nada sobra y nada hace falta. La brevedad es otro de sus atributos: brevedad que dispara la imaginación del lector. Por eso sus libros son releídos con demasiada frecuencia; por eso algunos de sus textos ya forman parte de nuestra común conversación: ¿cuántos de nosotros no hemos repetido y repetiremos de memoria La oveja negra y, sobre todo, ese magnífico fruto de la genialidad que es El dinosaurio? ¿Cuántos no volveremos a cualquiera de sus libros seguros de que encontraremos otra vez entre sus páginas alguna novedad? Bernard Shaw creía que todo libro que vale la pena de ser releído había sido escrito por el Espíritu.

En estos días en los que la globalización uniforma y las leyes del marketing recomiendan "apostar" por los éxitos comprobados, los libros de Monterroso resultan en verdad excéntricos. Ninguno de sus libros se parece al anterior salvo en que todos son un deliberado experimento. Tampoco resulta fácil clasificarlos: sus fábulas no buscan moralizar; sus ensayos parecen cuentos y sus cuentos novelas, diarios, ensayos. En los libros de Monterroso los géneros se cruzan para reafirmar la felicidad del lector, para decirle, de nueva cuenta y de distinta manera cada vez, que la emoción de uno forma parte de la vida de todos:

"¿Cómo registrar la emoción? ¿Cómo escribir vi una ola, ésa, que fue especial entre miles; vi un árbol, vi un pájaro, vi un gesto del hombre en la fábrica, vi determinados zapatos en los pies del niño que iba a la escuela y que me conmovieron por todos los niños que en el mundo no tienen zapatos, ni escuela, ni papá trabajando en la fábrica mientras dos poetas sudamericanos de lo más bien intencionados le dicen sus poemas en que hablan de jovencitas y niñas muertas en sus países, o desaparecidas en sus países? Todo almacenado en la emoción; no anotado en ningún cuaderno".

Gracias a la claridad del lenguaje y a la brevedad buscada, las emociones "caben" en el cuaderno de Monterroso. Y caben porque quien escribe sabe que sin sintaxis no hay emoción duradera. Por eso el cuentista ha repetido, entre burlas y veras, que más que escribir corrige, que su apuesta literaria es, sobre todo, un asunto de forma. Así quien escribe da forma a la vida y vida a la escritura. Por ello al escritor siempre...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR