Secretos de Alemania / El arquitecto de Hitler

AutorGuadalupe Loaeza

"Los tres años siguientes me iban a colocar frente a misiones completamente distintas que, en efecto, me convertirían por un tiempo en el hombre más importante después de Hitler". Con estas palabras se refiere a su propia vida uno de los hombres más controvertidos de la Alemania nazi, Albert Speer (1905-1981), el arquitecto favorito del Führer, el encargado de seguir produciendo armamento militar a pesar de los bombardeos aliados. El arquitecto era el responsable de remodelar muchos edificios alemanes de acuerdo con la megalomanía de Hitler. Speer impresionó mucho a Hitler. Era cumplido, no fallaba en lo que prometía y terminaba a tiempo sus encargos pasara lo que pasara. Cuando era muy joven, presenció una conferencia de Hitler que lo emocionó y lo llevó a unirse al Partido Nazi. Fue destacando como un arquitecto muy cumplido, hasta que su nombre llegó a oídos de Hitler y le encargaron poner la tribuna del Campo Zeppelin, donde se realizaban los congresos del partido. Eran tantas las personas que llegaban, que Hitler le llamó a Nuremberg la Ciudad de los Congresos.

Cada vez que Speer le llevaba un proyecto para levantar o remodelar un edificio, Hitler le decía que sí. Le tenía completa confianza y, en 1938, le encargó la remodelación de la Cancillería, sede del poder nazi. "No me interesa el precio de esta construcción, pero debe quedar lista en exactamente un año", le dijo Hitler. Speer puso a trabajar a 4 mil personas día y noche. Muchos pensaban que no terminaría, pero Speer, con su habilidad como organizador, terminó el edificio 48 horas antes de su inauguración. Hitler se paseó feliz por sus pasillos y sus habitaciones llenas de lujo. "El despacho... fue de su completo agrado. Le gustó especialmente la marquetería de su escritorio, que representaba una espada a medio desenvainar: Bien... cuando lo vean los diplomáticos que estén sentados frente a mí en esta mesa, sabrán lo que es el miedo".

Hitler y Speer tenían el mismo ideal arquitectónico, juntos soñaron una ciudad nueva, utópica, que reviviera las ruinas grecolatinas en una fastuosidad nunca vista. En la Academia de Bellas Artes, Speer hizo una maqueta de su "ciudad modelo".

A Hitler le fascinaba pasear por entre la maqueta de 30 metros. Qué feliz era entre columnas griegas, cúpulas, el cine para 2 mil espectadores, los tres teatros, la nueva ópera, el edificio de congresos, el hotel de 21 pisos, locales de...

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