Secretos de Alemania / Bach

AutorGuadalupe Loaeza

Hoy hablaremos de un personaje muy particular, que nació exactamente en el centro de Alemania, en una pequeñísima ciudad, Eisenach. Le gustaba el tabaco, el vino y, sobre todo, la cerveza.

No sabemos si era muy enamorado, pero sí que tuvo dos esposas, con quienes procreó 20 hijos, aunque de ellos sólo 10 llegaron a ser adultos. El próximo 23 de marzo celebramos su aniversario 331 y recordaremos al máximo músico de la historia, naturalmente nos referimos a Johann Sebastian Bach.

Dicen que a los dos días de nacido lo llevaron a bautizar, así que escuchó el órgano de la Iglesia de San Jorge así como las campanas y el coro. Todos en su casa adoraban el arte, uno de sus tíos era organista y otro, que tenía una voz muy bonita, era corista en esa iglesia. Sus tíos le enseñaron todo sobre la música antigua y los secretos del órgano. A pesar de que eran músicos maravillosos, murieron pobres, de ahí que se diga que la música de Bach es de consuelo y paz. Bach creció escuchando que Lutero había cantado ahí mismo con una voz maravillosa, así que siempre pensó que su misión en la vida era cantar a Dios de una manera tan íntima como lo predicaba el creador del luteranismo. Nunca, ni por un instante, Bach dudó de que debía dedicarse a la música.

Era el menor de ocho hermanos y sus padres murieron, con una diferencia de meses, cuando él tenía 9 años. No era un buen estudiante, sino un niño latosísimo, al que le gustaba asomarse por la ventana de la escuela y tirar piedras. Su tío Jakob, quien lo adoptó cuando quedó huérfano, se dio cuenta de que su sobrino, como todos los Bach, tenía una voz maravillosa y le consiguió una beca de canto en Luneburgo. Casi tanto como la música, le gustaba caminar, así que hizo su viaje de 370 kilómetros a pie. Ya entonces, a pesar de que no había llegado a los 20 años, era considerado un músico superdotado, escribía sus partituras a gran velocidad y con una letra muy elegante y afectada.

A los 18 años, un pueblito llamado Arnstadt compró un órgano para su iglesia y Bach fue llamado para probarlo. En ese pueblito cercano a la selva de Turingia, Johann se sintió tan a gusto que se quedó a trabajar ahí y se dedicó a escribir música, pero los músicos locales no eran tan buenos y muchas veces no podían tocar sus fugas ni sus misas, mucho menos sus cantatas.

Un día, mientras ensayaban, el ejecutante del fagot no pudo tocar su pasaje. Lo intentó varias veces, hasta que Bach, furioso, le grito que era un idiota. El músico ofendido...

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