'Seguimos esperando'

AutorCriselda Farías y Daniel de la Fuente

Corresponsales

SABINAS, Coah.- María Alejandra Peña está sentada afuera de su casa mientras sus cinco hijas la contemplan desoladas.

El pasado martes, su esposo Mario Alberto Anguiano no tenía por qué estar en el pozo 3 de la empresa Beneficios Internacionales del Norte (Binsa), cuyo estallido sepultó a 14 personas.

Entró a laborar ahí porque hace cinco meses a ella le detectaron displasia en la matriz y debían reforzar los ingresos que obtenían en un puesto de tacos.

Tampoco tenía por qué estar dentro del pozo, ya que él era malacatero, pero por haber faltado dos días, lo enviaron esa mañana a lidiar con el carbón.

Hoy esta mujer no sabe qué será de su destino y el de Laura, de 17 años; Silvia, de 15; Luis, de 13; Dorly, de 10; Maritza, de 8, y María Esther, de 6. Esta última, "Estrellita", aún pregunta cuándo le van a hablar por teléfono a su papá.

Las otras niñas ordenan esta casa de la Colonia Centenario, mientras que el niño, quien no para de llorar, anda de paseo con el abuelontentando escapar de la maldición del carbón.

"Fue el mejor papá, los sacaba a pasear; bailaba, gritaba con ellos en las calles", recuerda María, quien a los dos días de novios se casó con él.

"Cuando estaban afuera de la casa, y la gente lo veía rodeado de niños, le preguntaban: '¿todos son suyos?' ¡Todos!, gritaba".

Los hijos no paran de buscarle en casa. Lo siguen esperando.

En el centro de Barroterán, Viviana Morín arrulla a su pequeño Jaziel, de 6 meses, a quien su abuela le espanta las moscas. Los otros niños: Josué y Merary, de 4 y 2 años, están con familiares.

Su padre Leobardo Sánchez Flores, de 37 años, lo mismo los cambiaba que los bañaba, les preparaba la comida o el biberón, y jugaba con ellos.

"Le preocupaba mucho inculcarles a Dios, la alegría. Aún cuando llegara cansado de las minas, en las que trabajó 15 años, nunca los hizo a un lado.

"Andan muy llorones, como que lo buscan por todas partes. Dicen que por qué le echaron tierra. Yo les explico que está en el cielo, que desde ahí nos cuidará".

El martes fue el primer día de trabajo de Leobardo en el pozo 3, lo mismo que para Víctor Hugo Silva Santos, vecino de otro domicilio conocido en Barroterán.

"Esa mañana que se iba a ir me dijo: 'tengo miedo, hace mucho que no bajo uno'", cuenta su viuda Norma García, madre de cuatro hijos.

"Le decía que no fuera, que pedíamos prestado, pero para él sus hijos eran lo más importante".

Pero no tuvo opción. Esa mañana llegó al pozo 3 y, abnegado, ingresó en...

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