Con el sello de Posada

AutorSergio R. Blanco

Cuando el grabador y caricaturista José Guadalupe Posada murió en la pobreza en enero de 1913 en una vecindad de Tepito, la Catrina -su creación visual más célebre- distaba de ser un icono de la identidad mexicana. Es más, toda su obra, conformada por más de 16 mil piezas entre gráficas y dibujos, era "menor" a ojos de la Academia de San Carlos.

Los críticos del momento eran entonces extremadamente conservadores como para apreciar cualquier obra gráfica al mismo nivel de la pintura, pero en el caso de Posada se mostraban aún más reticentes, dado que sus sátiras políticas y críticas sociales estaban destinadas a difundirse en diarios y volantes. Buscaban convulsionar y reflejar el fragor cotidiano, y por su temporalidad parecían estar destinadas a desaparecer. No eran piezas hechas para ser contempladas en la quietud de una colección de arte.

Cien años después, cuando el visitante que llega hoy al MoMA de Nueva York encuentra que Posada es uno de los pocos artistas mexicanos representados en la colección permanente de este santuario del arte moderno, queda claro que el siglo de por medio ha calibrado la trascendencia de este artista que muchos llaman precursor, cuando en realidad fue un visionario que supo compaginar la iconografía de la cultura popular, el cuidado de la factura, el sentido del humor y el poder de la reproductibilidad que le proporcionaban las artes gráficas combinadas con los medios de comunicación impresos.

Y ahora que se cumple un siglo de su muerte, Posada marca la agenda cultural de México en el año que apenas comienza. Para conmemorar su centenario luctuoso, las instituciones culturales federales (Conaculta e INBA), así como el Gobierno de Aguascalientes han preparado un homenaje nacional integrado por varias exposiciones temporales que, a decir del presidente del Conaculta, Rafael Tovar y de Teresa, buscan recordar al artista y perpetuar la valoración social que hizo en su época.

Ya a partir de 1925 varios creadores e intelectuales posrevolucionarios como Jean Charlot o Frances Toor rescataron su trabajo del olvido, pero, en realidad, la llamada "gráfica popular", y en particular la de Posada, comenzó a ocupar un lugar en el ámbito artístico a partir de la valoración que hizo en 1930 Diego Rivera en la publicación Mexican Folkways, donde diría: "Ninguno imitará a Posada; ninguno definirá a Posada. Su obra, por su forma es toda la plástica". José Clemente Orozco, a su vez, narraría cómo su primer estímulo para...

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