Un 'semibroadway' llamado ópera

AutorJosé Wolffer

Llamarle "ópera" al trabajo presentado el miércoles por el Ensamble Justiniana, con música de Luc Le Masne, libreto de Pedro Serrano y dirección de Charlotte Nessi, se presta a equívocos. Por su factura y espíritu, Las marimbas del exilio se emparenta más con el musical. Lo cual en sí no tiene nada de malo, pero hablar de "ópera" genera expectativas erróneas. Mejor llamar a las cosas por su nombre. Pero dejemos el género. Más vale preguntarse si esta producción francomexicana, traída a México por el Festival del Centro Histórico, convence y se logra. Me parece que hay varios impedimentos para ello.

El primero es equiparar otredad con exotismo. Un joven extranjero (francés) llega a un sitio desconocido (Veracruz); no habla el idioma, pero termina relacionándose con la gente y se instala en el lugar. El tema del desarraigado, que se enfrenta a un mundo extraño y debe reinventarse a sí mismo, es clásico; pero aquí está plagado de lugares comunes sobre México y Latinoamérica. Los jarochos que rodean al joven en el Café de la Parroquia son folklóricos joviales, que danzan, ríen, gritan "¡lotería!" y poco más. El paradigma del mestizaje mexicano se encarna en una muchacha morena y descalza, con indumentaria evocativa de los apaches, que vocifera una y otra vez mientras cruza lentamente el escenario: "Acamaya calavera, ca-ca-camaya calavera, ahora sí van a estar buenas". El clima amenazante, las ofrendas de cempasúchil, la comida exuberante ("las salsas picantes son ventanas a mil cosas", dice uno de los personajes)... el desfile sigue y sigue.

Los europeos tampoco se salvan. El muchacho francés, meditabundo y confundido (el existencialista), obsesionado con un café exprés...

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