Sergio Aguayo / 'Centauro-cero'

AutorSergio Aguayo

Quienes escribimos historia, buscamos acontecimientos útiles para rastrear orígenes y anticipar futuros. La exhibición de la película Roma de Alfonso Cuarón, en el helipuerto de Los Pinos, sería un caso.

El cambio de régimen en México puede medirse por la evolución en la relación Presidente-ciudadanía. Durante muchísimos años -demasiados- el sistema giró en torno a ese personaje mítico, al que se le atribuía el poder para resolver cualquier problema y la capacidad para disciplinar y castigar a los inconformes.

Roma transcurre entre agosto de 1970 y junio de 1971; Gustavo Díaz Ordaz, el Presidente distante y represor, dejaba el escenario y Luis Echeverría Álvarez (LEA) iniciaba una apertura rigurosamente controlada. LEA permitió el acercamiento del pueblo bien portado, corrompió intelectuales y reprimió inmisericordemente a los disidentes. Cuarón lo recrea con la matanza del 10 de junio de 1971, cuando Los Halcones -grupo paramilitar- aplastaron a balazos y macanazos una manifestación estudiantil.

LEA creó escuela porque, desde entonces, los presidentes optaron por acercamientos selectivos con la ciudadanía. El guardián principal era el Estado Mayor Presidencial (EMP) que les asignaba una letra seguida de un nombre en clave. Al anodino Miguel de la Madrid Hurtado lo transformaron en un belicoso "centauro" y, cuando recorría calles o plazas, era rodeado por militares del EMP, que recibían una y otra vez la orden "ele-centauro-cero"; el "0" significaba que los ciudadanos tenían prohibido acercarse, tocarlo o hablarle. Que los dos presidentes panistas aceptaran sin remilgos esta práctica es un indicador de cuánto interiorizaron la cultura priista.

En la Roma de Cuarón, la familia dependía de dos trabajadoras domésticas y resolvían sus problemas recurriendo a amistades influyentes. Desorganizados y desinformados, estaban a merced de un Estado omnipresente y tiránico. Los estudiantes representaban al México inconforme, que durante el siguiente medio siglo se diversificó y apalancó en la urna y en los medios independientes para desmontar, lenta e inexorablemente, a la cúpula del poder político.

Los presidentes quedaron atrapados por fuerzas históricas que jamás entendieron. Disimularon su desconcierto atrincherándose tras un EMP que creció en poder e influencia. El caso de Enrique Peña Nieto es muy revelador. Como candidato a la Presidencia utilizó sus atributos físicos para alborotar a mexicanas entronas. Van algunas de...

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