Sergio Aguayo / Países rotos

AutorSergio Aguayo

BARCELONA.- Cuando la democracia funciona mal los países se fracturan y rompen. Reviso a Iberia pensando en México.

España y Cataluña siguen legalmente unidas pero el nexo afectivo está hecho jirones. Este domingo los catalanes opinaron sobre su futuro; acudió a las urnas la tercera parte de los que podían y 80% de ellos optó por la independencia. El gobierno de Mariano Rajoy siguió montado en el "no, no, no" y calificó al ejercicio de "farsa... inútil y estéril"; para el presidente catalán, Artur Mas, fue un éxito rotundo, increpó a Madrid por miope e intolerante e informó que seguirá empujando el referéndum "definitivo" que podría romper territorialmente a España. ¿Cómo llegaron a este punto?

Su historia está cargada de enconos pero el agravio más inmediato se remonta a 2010 cuando el Tribunal Constitucional dio la razón a la impugnación presentada por el Partido Popular contra un Estatuto de autonomía aprobado por el parlamento catalán y las Cortes españolas.

En Cataluña se desató una movilización social con tres pilares: a) la cultural representada por Òmnium, que simboliza la forja de una identidad catalana; b) la pluralidad expresada en una coalición de organizaciones agrupadas en el Pacto por el Derecho a Decidir; y, c) la Asamblea Nacional Catalana, a la cual dedico más atención porque conecta con México.

La Asamblea se integra con personas que tienen al municipio como unidad territorial. Su organización es horizontal y su estructura es elemental: un coordinador, un secretario, un tesorero y las comisiones que vayan haciendo falta. Los municipios tienen una organización similar para cada comarca que a su vez selecciona a la dirección nacional. Es un sistema flexible, autosustentable y poco burocratizado que se moviliza cuando es necesario en torno a metas tan concretas como el evento del domingo pasado.

Lo notable está en el tono del discurso. El independentismo catalán reduce al mínimo la denuncia y el victimismo, y monta sus reivindicaciones sobre un lenguaje positivo: están construyendo un "país nuevo" y mejor, con más participación y transparencia y menos corrupción. Es un espíritu festivo que se apoya, cada que es necesario, en los arrebatos de un Partido Popular que, confiado en su mayoría absoluta, trata al impulso soberanista con desdén y desprecio.

El movimiento ha marcado agenda e impuesto tono a la mayor parte de partidos y gobernantes. Cuando terminaba el domingo, Artur Mas habló con...

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