Sergio Aguayo / Polarizaciones

AutorSergio Aguayo

Bien por el presidente Andrés Manuel López Obrador cuando crea una Comisión de la Verdad para el caso Ayotzinapa. Mal, cuando guarda silencio sobre los otros desaparecidos e ignora a los organismos públicos de derechos humanos.

La sociedad mexicana está partida en sus opiniones sobre el Presidente. Para algunos es heraldo llegado del paraíso, para otros, mensajero del averno. La ambivalencia fue evidente en la guerra de adjetivos librada el 1o. de diciembre en las redes sociales. Para una dama, todo era "un sueño"; para un caballero, apestaba "a dictadura". Un día más en la vida de agresiones entre "chairos" y "fifís".

La polarización es negativa para la vida pública. La confrontación de las ideas se ha sustituido por la descalificación del diferente, lo cual es un prerrequisito para desmontar las barreras psicológicas que inhiben el uso de la fuerza. De hecho, a los profesionales de la violencia -militares o sicarios- se les entrena para transformar al adversario en alimaña digna de exterminio.

La antítesis es la empatía; es ponerse en el lugar del otro, es la esencia del movimiento de derechos humanos. Hay estudios demostrando que la mayoría de los humanos tenemos un rechazo natural a la violencia y respetamos los sentimientos y experiencias del diferente. La agresividad sería, entonces, un agregado que nos llega del entorno familiar y social.

En el Seminario sobre Violencia y Paz de El Colegio de México que coordino, tenemos tres años estudiando los mecanismos que desencadenan o inhiben la empatía. Como parte de este proyecto, respaldado por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) y la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV), cada año se realizan dos cursos-taller en los que funcionarios, víctimas y organismos civiles conviven durante 20 sesiones, en las cuales, además de transmitir conocimiento, se les alienta a la comunicación emocional, a entender al que está en la silla de enfrente.

Hemos observado la enormidad de las fracturas entre víctimas y Estado. Es frecuente que las personas afectadas por la violencia carguen un profundo resentimiento por el abandono y el maltrato al que han sido sometidas por funcionarios indolentes, incapaces o cómplices de criminales. Por su parte, hay funcionarios públicos que llegan con una autoimagen devaluada por el maltrato de sus superiores, por el desprecio que les transmiten las víctimas y/o por la manera como algunas de éstas les exigen...

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