SOBREAVISO / Apretar o aflojar

AutorRené Delgado

Apretar o aflojar el combate al crimen, pero no seguir dándole vueltas sin sentido al asunto. Ésa es la decisión presidencial en ciernes, y su implementación, aplicación y conclusión tiene por plazo nueve escasos meses ya que, aun cuando desde ahora está desatado, en octubre arranca oficialmente el juego sucesorio. Lo que es menester dejar de hacer es andar de puntas entre los cadáveres, creyendo que ese camino conduce al paraíso del Estado de derecho.

La decisión es grave. Apretar el ritmo en el combate al crimen obliga a constreñir aún más las libertades y plantear la suspensión de garantías en más de una región, requiere intensificar la ofensiva con el consecuente recrudecimiento de la violencia; y exige probablemente asumir el costo de un mayor derramamiento de sangre.

Aflojar ese ritmo no es, aunque lo parezca, más sencillo. Implica diseñar un repliegue a partir de negociaciones con éste o aquel otro cártel criminal para cerrar algunos de los frentes y, así, asegurar en lo posible la próxima elección presidencial.

Apretar o aflojar supone varias condiciones. Pulcritud y honestidad en la conducta presidencial, tanto ante el proceso electoral como frente al combate al crimen; definición clara de las acciones a emprender, haciendo a un lado mitos insostenibles; entereza para ir sin miramientos ni sesgamientos sobre las figuras públicas y privadas, criminales o no, que vulneran el Estado de derecho; espíritu de sacrificio para digerir la ingratitud y la crítica que una u otra decisión va acarrear al Ejecutivo; además, humildad para asumir las consecuencias.

Si no se aprieta o afloja ese combate ni se garantiza la elección presidencial, el efecto de la indecisión podría ser devastador.

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En estos primeros días del año, el jefe del Ejecutivo debe ponderar la información necesaria, real y cierta, para determinar con prontitud qué hacer con la campaña militar-policial emprendida contra el crimen.

Esa ofensiva partió de un mal diagnóstico, animada por la urgencia de legitimarse en el poder y el consejo infundado de que se contaba con la fuerza, la inteligencia, el profesionalismo y la capacidad de fuego necesarios para someter a la delincuencia. El resultado está a la vista. En términos de propaganda, se enfocó mal la comunicación; en términos de respaldo social, el apoyo se fue diluyendo en razón de la expansión y diversificación de la violencia; en términos de inteligencia y capacidad de la fuerza armada, se advierte un agotamiento.

Mal...

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