SOBREAVISO / Autonomía y eficiencia

AutorRené Delgado

¡Qué lío! Más de un instituto, comisión o tribunal creado a partir de los noventa sofisticó o pervirtió su función, o bien, puso sobre los hombros de su capitán en turno la valía de su autoridad y credibilidad. Hoy, plantear su reestructura y redimensionamiento se interpreta como un atentado a su autonomía e independencia y dejarlos tal cual, como una veneración por los elefantes blancos que, sin cumplir a carta cabal su cometido, sangran el presupuesto sin justificación.

Muchas de esas instancias pasaron a ocupar edificios grandes, sin albergar en ellos grandes instituciones.

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Como en otras esferas, la política de la desconfianza, del campanazo o de cuotas y cuates vició a muchos de esos organismos, dando por resultado un costoso y, a veces, mediocre ejercicio de modernización de los pesos y contrapesos de poder.

El diseño de esas instancias fue desafortunado. El número de integrantes de sus colegios o la selección de su presidente se determinó no por el perfil idóneo para desarrollar su función. No, se resolvió conforme a la correlación de fuerzas vigente entre los partidos políticos.

Luego, salvo excepciones, los beneficiarios del reparto de cuotas correspondieron el gesto entregando posiciones a los cuates del padrino que los designó. Brotó, así, un séquito impresionante de funcionarios no siempre útiles, aptos ni requeridos. A la par, también aparecieron acuerdos o resoluciones producto del compromiso contraído con el padrino, ajenos al derecho y la razón.

La estructura de esos órganos comenzó a deformarse y su funcionamiento se complicó a causa de la cantidad de procedimientos establecidos en su operación. Una maraña de reglamentos y regulaciones, derivada de la desconfianza entre los partidos, comenzó a pesar en el desempeño de esos organismos.

Recargados de personal y descargados de eficiencia, año con año, esas instancias incrementaron el monto de su presupuesto y, siendo autónomos, ni pío se decía en aras de un malentendido respeto a la institucionalidad. Poco a poco se acuñó la divisa, dicha recientemente por alguien: el respeto al poder ajeno es la paz, aunque le cueste a la nación.

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Desde luego, tras su maduración, algunos de esos institutos han arrojado espléndidos resultados. Empero, no es esa la condición del conjunto de ellos.

Algunas comisiones, destacadamente la de Derechos Humanos, han ganado o perdido credibilidad, peso y autoridad según el titular que las encabece. El prestigio que la Comisión de Derechos...

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