SOBREAVISO / Campanazos y errores

AutorRené Delgado

Si en el afán de apretar el paso, pese a zancadillas, tropiezos y obstáculos impuestos por la adversidad, el Ejecutivo descuida las acciones, omisiones y errores de colaboradores y aliados, el respaldo social a su gestión, así como el margen de maniobra de ella se reducirán mucho y antes de lo que él quisiera. Harán mella en su posibilidad.

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Nada fácil la tiene el jefe del Ejecutivo.

Entre la expectativa generada, el atropellado diseño de los planes, la falta de recursos, los campanazos, la adversidad externa, la resistencia a su proyecto, los tropiezos de su equipo y la ineptitud y los abusos de algunos de sus allegados, el tiempo es clave en la posibilidad del mandatario... y él lo sabe.

Sabe también tres cuestiones. Uno, no puede avanzar más rápido si su equipo no aguanta el ritmo, lo acompaña y ampara. Dos, la resistencia a sus grandes obras encontró modo de frenar su inicio y retrasar o anular el resultado. Y, tres, elaboradas ya las políticas de mayor fondo y alcance, éstas exigen un periodo de maduración.

Acelerar ahora es desbocarse.

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El motor que impulsó el acceso al poder de la administración y del cual deriva el mandato recibido es reparar, así sea parcialmente, el agravio social que, por años, ha sufrido el país.

Sin embargo, abatir la desigualdad, la inseguridad y la impunidad -eje del agravio- reclama el curtido de los operadores designados con tal propósito, el dominio de los instrumentos diseñados con ese fin y recursos que, sobra decirlo, son escasos. Es una tarea titánica no sujeta a la voluntad y la velocidad del mandatario. Y, en esa tesitura, de darse, los resultados dilatarán.

Serenar al país y darle la certeza de avanzar en la dirección correcta no se conseguirá en un tris, menos con un tronar de dedos.

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Desde luego, la entrega directa de recursos a las bases sociales que se identifican y apoyan al Ejecutivo abre el compás de espera.

Sin embargo, si a esa práctica no se agregan y suman resultados tangibles que repongan el horizonte en un plazo razonable, la política social dará de sí, perderá su efecto sedativo y la actuación presidencial se verá aún más presionada.

Sin resultados, las promesas tocan el lindero de la mentira, el engaño o, peor, la burla.

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El cuadro es complejo. El tiempo juega, pero ya no está bajo dominio ni control del Ejecutivo.

Por eso, en vez de precipitar planes y acciones o librar pleitos sin fin, urge prestar atención a aquellas acciones, omisiones, errores o abusos de...

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