SOBREAVISO / De crisis en crisis

AutorRené Delgado

Ingenuidad no es, goza de malicia y entiende el signo de los tiempos. Inocencia menos, tiene culpa y siempre aparece la huella de su complicidad. Entonces, la falta de instinto de sobrevivencia en la clase política sólo se explica, quizá, por encontrarse atrapada en la propia red urdida y tendida por ella.

A nadie escapa que justo en aquellos campos donde se aprecia la vocación de servicio, atención y respeto de un gobierno a la ciudadanía, la élite política está convirtiendo los problemas en crisis recurrentes cada vez más complejas y profundas. Sorprende pero ya no asombra que, aun viéndose en peligro, ni el instinto la mueva. Cuando reacciona ya es tarde o inútil. Vamos, ya ni siquiera cubre las apariencias.

La clase dirigente pertenece a un régimen en extinción. Esa podría ser una buena noticia pero, sin alternativa ni opción, es un heraldo negro: no anuncia evolución, sino involución.

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Lejos de cumplir con la obligación de garantizar los derechos humanos; ofrecer protección y seguridad a la vida, la integridad y el patrimonio; cuidar y aplicar los recursos públicos con transparencia; y velar por la salud y el bienestar social, la clase política litiga su responsabilidad. No se aboca a resolver el problema, lo profundiza y, así, precipita una crisis tras otra, dejando ver los filos de un colapso general.

Las cíclicas crisis sexenales podrían sugerir que la de hoy no entraña novedad alguna. Sí la tiene.

La crisis política de 1968; la económica de 1976; la económica de 1982; la política de 1988; la social, política y económica de 1994 y la constitucional de 2006 tuvieron registro al final, no al inicio del gobierno. Al concluir su primer tercio. Hoy, ver como alivio el término de un sexenio y darle a la esperanza la tarea de generar una nueva expectativa es algo menos que una ilusión.

El puerto de abrigo, significado en el 2018, está muy lejos.

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No es esa la única novedad de la circunstancia nacional.

Aun cuando en otras ocasiones el peso de la observación, la presión o, de plano, la intervención foránea ha acicateado la actuación gubernamental, esta vez -ante ese factor- la clase política titubea, avanza y retrocede, abre y cierra la puerta, cuando no pretende ignorarla. Así, sin entender ni atender el frente interno, ni qué hacer en el externo.

Otra. Incipiente o no, testimonial o protagonista, débil pero consecuente, la oposición de derecha e izquierda ofrecía, si no una alternativa, sí un referente distinto. La ciudadanía...

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