Sobreaviso / La demolición del pedestal

AutorRené Delgado

La élite política mexicana es singular, piensa que sus pleitos y desencuentros, su incapacidad para entenderse civilizadamente dentro del marco del Estado de derecho, no se filtran hacia la sociedad ni configuran una cultura y, quizá por eso, no advierte el reblandecimiento del terreno que pisa.

Años, casi una década, lleva la élite política mostrando a la sociedad que el diálogo político es de enorme inutilidad; que los acuerdos -si no derivan de la transa o la traición- son imposibles; y que, por lo mismo, el Estado de derecho es un simple recurso retórico inaplicable en la realidad. Ha hecho, sin decirlo, de la impunidad una forma de gobierno.

Sin embargo, esa forma de entender y hacer la política se está filtrando al subsuelo. Cada vez son más los focos rojos que indican que la ausencia de la política, el desfiguramiento del valor de la autoridad y la debilidad del Estado de derecho están vulnerando los cimientos de la República y su posibilidad.

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En esa cultura de la confrontación, la impunidad y el arreglo bajo cuerda, 1994 marcó un parteaguas. La incapacidad de la élite política tricolor de encontrar formas civilizadas de entendimiento entre sí, llevó la sangre al río. Carlos Salinas de Gortari no supo gobernar la sucesión ni su ambición de asegurar el proyecto que emprendió. El resultado fue terrible: vinieron los magnicidios, la fuga de capital, la inestabilidad, los riesgos de ruptura en el país y, luego, el colapso económico que dejó en la quiebra moral, social, económica y política al país.

No es gratuito que el zapatismo esté a punto de cumplir 10 años y que, a lo largo de esa larga década, más allá de los discursos oficiales tricolores o albiazules, una porción del territorio nacional -reducida si se quiere- esté fuera de lo que pomposamente se llama el Estado de derecho. Mediadores, dialogadores, concertadores oficiales han desfilado a lo largo de esos 10 años y la élite política en el poder no ha encontrado la fórmula para reintegrar respetuosa y civilizadamente a La Selva y La Montaña chiapaneca al marco del Estado de derecho. Se ha jugado a todo. A reprimirla extraoficialmente, a doblegarla por el cansancio, a allegarle recursos sin plan, pero la realidad es que ese foco rojo, con una gruesa estela de sangre, sigue encendido en aquel rincón de la República y, de vez en vez, amenaza con la inestabilidad.

No es gratuito que, a fines del sexenio anterior, la Universidad Nacional haya permanecido cerrada durante meses por...

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