SOBREAVISO / Desconcierto político

AutorRené Delgado

Se vive un momento complicado en medio del desconcierto político.

La acción gubernamental no se consolida ni arroja los resultados esperados y el virus la ha puesto contra la pared. Cierto eso, pero también que -ante el desastre dejado por las anteriores administraciones- la opción no es, como más de un opositor cree y exige, regresar a lo que había.

Absurdamente, el debate se centra no en definir a dónde ir y cómo avanzar, sino a dónde regresar y cómo hacerlo. El pasado mediato o inmediato se plantea como el mejor futuro por quienes respaldan o resisten a la administración, mientras la polarización derrumba los puentes de entendimiento, siendo que -en el desencuentro- la sombra del peligro y la incertidumbre se cierne sobre el país como un presagio.

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En ese esquema, unos y otros se quejan de la politización de los grandes problemas nacionales, pero ambos reniegan de la política. Sólo quieren medirse en un torneo de fuerzas plagado de artimañas, cuando obviamente solos y por separado nomás no pueden.

En la neutralización de la acción, los bandos pretenden resolver el diferendo en las elecciones del año entrante, así como en los ejercicios de participación democrática subsecuentes, sobre todo, en la consulta para ratificar o revocar el mandato presidencial. Como si tiempo sobrara, en esa arena quieren recalibrar su respectiva fuerza y determinar quién es quién en el poder, quién manda.

Razón no les falta. A raíz del mazacote (la reforma) electoral realizado durante el peñismo -particularmente, en lo tocante a la homologación de la fecha electoral, la reelección y la consulta popular- la mitad del poder político de la República estará en juego en los comicios y, luego, a manera de ruleta rusa, la permanencia o no de Andrés Manuel López Obrador en la Presidencia de la República. Ahí, quieren resolver sus diferencias.

Si por la naturaleza de aquella reforma la disputa del poder estará sobre la mesa, la tensión generada en estos dos últimos años agregó ingredientes que harán de esos ejercicios una cuestión clave en el desenlace del sexenio. Aun así, la clase dirigente dentro y fuera del gobierno no deja ver auténtico interés democrático en cuidar con esmero de esos procesos.

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Ni el partido en el poder ni la oposición -casi en conjunto-, como tampoco los organismos de la sociedad, se inclinan por ensayar algo distinto. Quieren cambiar la correlación de fuerzas haciendo lo de siempre, encontrar una respuesta diferente sin replantearse la...

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