SOBREAVISO / La gota

AutorRené Delgado

Gotas hay muchas, la duda es cuál de ellas terminará por derramar el vaso.

La ausencia de la autoridad en la confrontación de los gigantes de las telecomunicaciones. La falta de diplomacia para plantear el relevo del embajador de Estados Unidos. El engaño a los trabajadores de Mexicana haciéndoles creer que levantaban el vuelo, cuando se les llevaba en picada. El agravio de resolver en días el asesinato de un agente estadounidense, dejando en la impunidad el homicidio de infinidad de mexicanos. Los impuestos regresivos que, por votos, acendran la desigualdad. La pila de muertos que no acaba de justificar la estrategia anticrimen. Los ajustes por venir en el gabinete, a finales del sexenio.

Cualquiera de esas gotas puede derramar el vaso o, bien, no hay por qué descartarlo, alguna nueva que se esté formando sin saberlo.

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La confrontación de los gigantes de las telecomunicaciones pone en evidencia la inoperancia de la autoridad en ese campo y la idea de los concesionarios de que el espacio radioeléctrico nacional no es, valga el absurdo, una concesión del Estado sino un patrimonio particular.

Desde esa perspectiva, el pleito entre los concesionarios puede interpretarse de un modo distinto: vámonos peleando el espacio entre nosotros -los concesionarios- ahora que la autoridad no cuenta, no vaya a ser que llegue alguien a Los Pinos interesado en hacer valer el dominio del Estado.

Esta visión del problema no supone una pelea arreglada, sí un pleito de callejón sin árbitro ni reglas. Un litigio interesado en definir, sobre la base de fuerza e inteligencia, quién debe dominar el espacio radioeléctrico y evitar que el próximo gobierno pretenda modernizar leyes y reglas en ese campo y someter a los concursantes.

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Por definición la diplomacia exige habilidad, cortesía y disimulo. Ante esa evidencia, la reiterada y pública descalificación del embajador Carlos Pascual por parte del presidente Felipe Calderón no ayuda a mejorar la relación con Estados Unidos. Nomás la empeora.

Si, aquí mismo, los gobernantes rechazan operar cambios bajo presión en su equipo de trabajo, en Estados Unidos el asunto no es muy distinto. Bajo esa premisa, se ha colocado a la Casa Blanca ante una absurda disyuntiva: sostener a Carlos Pascual en México para dejar en claro que esa decisión se toma en Washington y no en Los Pinos o, bien, relevarlo por un embajador todavía más duro y ratificar que los hombres cambian, no la política.

Sugerir el relevo del embajador...

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