SOBREAVISO / Hacer historia

AutorRené Delgado

La sola generación de la posibilidad es meritoria. El punto ahora es determinar si juntos-haremos- historia. Así, juntos y en plural.

Quizá por la cercanía del suceso, aún cuesta trabajo reconocer la dimensión del acontecimiento. Lo cierto es que si bien, desde hace treinta años, el país vive cambios importantes en su historia, este último giro le da la enorme oportunidad de reponer el horizonte nacional y, aun cuando suene descabellado, ajustar el modelo político, económico y social.

Suena a un anhelo, pero en esta ocasión el deseo finca pivotes en la realidad. Sería una pena hacer de la oportunidad un problema o fallar en su realización.

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Se dice fácil, pero en esas tres últimas décadas el país ha estado por momentos a punto de la ruptura.

Más de una vez, el fraude, la desesperanza, la violencia, el apremio, la frivolidad y la perversión, como también la tibieza, la mediocridad, la corrupción y la pusilanimidad política, han frustrado la posibilidad de ensayar otros derroteros o, peor aún, han colocado al país al borde del despeñadero. A la postre, sin resbalar al fondo del abismo, se ha caído una y otra vez para levantarse y tropezar de nuevo.

Durante los cinco sexenios transcurridos en ese lapso, festejando logros y sufriendo descalabros, la República no ha encontrado el camino donde la nación en conjunto avance en paz, segura y tranquila por el sendero del desarrollo en armonía y el bienestar general.

Hoy, el prólogo de la posibilidad de hacer historia juntos está listo, pero falta escribir esa historia.

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Varias de las condiciones para ensayar y gobernar el ajuste de las estructuras políticas, económicas y sociales están satisfechas. Es posible, pero sólo posible, ejercer el poder, en vez del no poder.

El triunfo electoral es claro y legítimo. Los contendientes en su conjunto han dado muestra de madurez, igual que las autoridades gubernamentales y electorales. El respaldo social es fuerte. Las señales enviadas por el candidato triunfante tranquilizan. También la actitud de quienes lo resistían y ahora reconocen su victoria y expresan disposición a construir puentes de entendimiento.

Sin embargo, está pendiente ver si las fuerzas derrotadas consiguen rehabilitar a sus partidos, resolver a su interior las diferencias y asumir un rol opositor profesional, maduro. Si, en efecto, no hay democracia sin partidos, hoy el rescate de la democracia mexicana carece de partidos. La fuerza principal es un movimiento fincado en un liderazgo...

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