SOBREAVISO / El horizonte

AutorRené Delgado

El horizonte pinta un panorama cada vez más complejo, en un marco de deterioro acelerado.

No hay que ser adivino para avizorar el momento difícil en puerta. En el ámbito humano, social, económico, criminal, diplomático, ambiental, legislativo y político se advierten serias dificultades que, en breve, el país podría afrontar, en medio de una pobreza política extrema.

Cierto, en temporada electoral se subrayan las diferencias y se borran las coincidencias. Tal es la naturaleza del juego democrático. Pero, si los actores políticos insisten en mutar la elección en una eliminación y usar como ariete los problemas, la sana incertidumbre electoral no concluirá en la necesaria certeza política y, entonces, la renovación del poder podría derivar en su descomposición.

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Más allá del dolor y la muerte provocada por la pandemia, de sus otros efectos sociales y económicos no se ha cobrado conciencia cabal, aun cuando las estampas de ellos son tan trágicas como elocuentes.

Escuece el alma ver cómo se arroja tras la empalizada montada en la frontera por Estados Unidos a dos niñas dejándolas a suerte o cómo, entre sollozos, un niño pide ayuda a un agente de la patrulla fronteriza porque el pollero o los migrantes con que viajaba lo abandonaron en el desierto o cómo yacen los menores en el piso no soñando un mejor destino, sino sufriendo una pesadilla quizá peor de la que escapaban.

Esas estampas, ignoradas por los actores políticos, revelan una crisis migratoria de proporción nunca vista y anuncia un problema mayor con Estados Unidos, cuyo nuevo gobierno comienza a resentir el costo político y el cual no asumirá cruzado de brazos. Ya no sólo son centroamericanos, sino también mexicanos, quienes emigran, huyendo de su tierra.

A ello, se suma la actividad del crimen organizado de un lado y del otro de la frontera. El Pentágono y las agencias de seguridad e inteligencia de Estados Unidos han puesto el problema sobre la mesa, exigiendo fórmulas de cooperación no debatidas ni acordadas.

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Hay, además, otras postales nacionales.

La de los menores sin medicina para superar sus enfermedades. La de millones de escolares urgidos por recuperar su formación educativa y también su integración social. La de los ancianos instando a dejarlos empacar mercancía en los supermercados para vivir de propinas. La de los subempleados queriendo canjear cualquier cosa por comida. La de los marginados, mudos e invisibles...

Hay, pues, una tragedia cuya dimensión se pierde o...

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