SOBREAVISO / La liebre, el elefante y lo demás

AutorRené Delgado

La velocidad de la liebre contrasta con la lentitud del elefante, sobre todo, al desplazarse en una realidad compleja y adversa.

La comprensible aceleración que el jefe del Ejecutivo quisiera imprimirle a la acción de gobierno se ha topado con la lentitud impuesta por la burocracia, la pesada normatividad para emprender la más mínima operación, la curva de aprendizaje en el dominio de la administración, la desconfianza en las herramientas utilizadas antes, la falta de criterio de los colaboradores y los recortes que, si bien liberan algunos recursos, ya lastiman músculo y tejido. Aunado a ello, frustran la velocidad el tiempo que toda obra exige para fraguar y el costo político derivado de las alianzas electorales hechas atrás.

Puede el presidente Andrés Manuel López Obrador desdeñar esa realidad, minusvalorar los factores que frenan su actuación e, incluso, hacer gala de optimismo diciendo que "vamos requetebién", pero no le vendría mal tomar asiento, pausar el ritmo, escuchar, reflexionar, dejar de regalar motivos y municiones a los adversarios... y, por qué no, también dejarse ayudar.

El país no requiere de un héroe ni un mártir, sino de un liderazgo capaz de reponer el horizonte nacional, en un marco de armonía y unidad.

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La semana recién transcurrida resultó reveladora de la difícil circunstancia por la cual el país atraviesa. Las cachetadas de la realidad estuvieron a la orden del día. No fueron una palmada a la transformación.

Sí, en efecto, resulta descabellado realizar una manifestación para exigir la renuncia de un gobierno con apenas cinco meses de gestión, pero ese gobierno no puede ignorar el malestar subyacente en ella. No es tanto lo hecho -lo dijo bien Leopoldo Gómez- contra ese sector social, como lo dicho sobre él. ¿Qué necesidad de exacerbar la natural confrontación social, producto del proyecto del gobierno, descalificando a quienes disienten de él?

Al gobierno no le faltan adversarios, ni duda cabe. Por eso resulta absurdo regalar motivos para que quienes titubean entre apoyar o resistir, se inclinen por la resistencia a partir de la sensación de sufrir agravios inmerecidos, derivados de su condición social.

En cualquier circunstancia política es absurdo restar, en vez de sumar apoyos. Lo es más, sin embargo, cuando los amortiguadores y conductores del malestar, como deberían ser los partidos opositores, están vencidos. Las cúpulas del priismo y del panismo -ni caso considerar la del perredismo- no saben qué hacer...

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