SOBREAVISO / Momento crítico

AutorRené Delgado

En mala hora, la lucha contra el crimen divide a la nación.

Hay quienes exigen callar, aguantar y cerrar filas sin chistar con el gobierno y quienes exigen denunciarlo por haber desatado fuerzas criminales que lo han rebasado y, ahora, lo tienen contra la pared mientras toman como rehén a porciones de la sociedad. Al centro de esa tensión, el gobierno aparece confundido, haciendo lo que puede y lo que puede es poco, al tiempo que pide apoyar la lucha que emprendió sin haber consultado a quienes, a la postre, directa o indirectamente, se verían involucrados sin querer o, peor aún, victimados.

Con golpes ocasionales e inteligentes como el de antier -el abatimiento de Nacho Coronel-, el gobierno pretende atenuar el creciente malestar y la insoportable incertidumbre provocados por el derrame de la violencia y la actividad criminal sobre la sociedad. Pero el vértigo ni siquiera da oportunidad de celebrar golpes como aquel porque, antes que inmediatamente, alguna nueva calamidad se abate sobre la sociedad: el niño muerto antier en Monterrey, la retención todavía de tres de los periodistas secuestrados en La Laguna...

De más en más, porciones de la sociedad han venido pagando la cuota de sangre, inseguridad, temor o extorsión impuesta por el crimen.

Ni qué decir de la infinidad de jóvenes masacrados, de los emprendedores obligados a frustrar su vocación por falta de seguridad, de los soldados y policías caídos auténticamente en el cumplimiento del deber, de los comerciantes y los empresarios obligados a tributar al fisco y al crimen, de los periodistas silenciados a tiros o a amenazas, de los servidores públicos -los hay- resistentes a la presión criminal, de los escolares ateridos en medio del fuego cruzado, de los trabajadores desaparecidos nomás porque los quiere "emplear" el crimen, de los padres y las madres dolidos por la muerte de sus hijos, de los candidatos asesinados, de los emigrantes dejando al país, por aire o por tierra, porque no pueden más vivir aquí...

En fin, porciones de la sociedad han cubierto una cuota que no tendrían por qué pagar.

Lejos de encarar objetivamente la crisis provocada por el crimen, el gobierno echó mano de mil y un recursos para minimizarla o negarla bajo el argumento de un supuesto problema de percepción.

Pasado el momento en que vestir una casaca o encasquetarse un quepí era glamuroso grito de guerra o muestra de legitimación en el poder y agotado el spot "para-que-la-droga-no-llegue-a-tus-hijos", el...

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