SOBREAVISO / Motivos del malhumor

AutorRené Delgado

Se atribuyen a la prensa o a la percepción de la realidad los motivos del malhumor social. En esa tesitura, desde el poder se replica que las cosas buenas no se cuentan, pero cuentan mucho; se emprenden acciones que, en el fondo, advierten manifiesta indiferencia y desdén ante el malhumor; o se esgrimen argumentos que, por huecos, no resisten el menor análisis.

Asombra, pues, la actitud del conjunto de la élite en el poder ante la adversidad económica, la incertidumbre política, el repunte de la violencia criminal y el malestar social. Su conducta lejos de desvanecer el malhumor social, lo acicatea y lo provoca.

A saber cuándo le caerá el veinte a esa élite en el poder de un hecho ineludible: es ella la que paso a paso y en absoluto desconcierto alimenta la espiral del descontento, animando una crisis combinada que, más tarde, cuando lo pretenda, difícilmente podrá atemperar.

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Uno. Al recorte presupuestal no lo ampara la sensatez financiera y la probidad en el manejo del gasto. Presume que, esta vez, la administración se apretará el cinturón, pero los cortes gruesos recaen sobre funciones y servicios que lastimarán directamente a la población. Como añadido, la reducción del gasto despide, en algunos rubros, un tufo que evidencia, en medio de la crisis, el vicio insuperable de darle una orientación electoral al recurso público y, claro, cargar los dados.

Se podría desear que, aun dentro del reducido margen de maniobra, los grupos parlamentarios opositores corrigieran algunas de las perversidades del presupuesto. Pero no, el deseo no es realidad. Los diputados aumentan artificialmente el presupuesto con el ánimo de garantizar un poquitín de recursos al grupo o al sector de su interés, anteponiendo desde luego el suyo y el de su respectivo partido. Inflan el presupuesto, cambiando en el papel algunos números. Así de fácil.

¿Es el Poder Legislativo un contrapeso del Ejecutivo o un cómplice irredimible?

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Dos. A los partidos políticos no escapa que el nuevo capítulo de la reforma política del Distrito Federal no es producto del reclamo ni del impulso ciudadano, sino del interés de ellos mismos por redistribuir el poder en la capital de la República, a partir de una nueva estructura de gobierno sin respaldo en los recursos disponibles como tampoco en el propio desarrollo de esas fuerzas políticas y, desde luego, no supone un manifiesto beneficio político y social a los habitantes de la metrópoli.

Tampoco ignoran los partidos que, en su...

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