Cuando el sol no tiene sueño

AutorIvett Rangel

Fotos: Adrián Ruiz

Justo a tiempo. Llegamos a Bergen para vivir el día más largo del año: el solsticio de verano, en el que prácticamente no existe la noche. Hoy, 21 de junio, habrá luz natural durante casi 24 horas.

Ya habíamos escuchado sobre la fama de Bergen. Muchos aseguran que es una de las ciudades más hermosas de Europa por su historia, arquitectura y personalidad cosmopolita. Además, es la segunda urbe más importante de Noruega después de Oslo, y, junto con Ålesund, una de las puertas de entrada a la zona de los mundialmente conocidos fiordos.

El sol está pleno y todos parecen estar del mejor ánimo. Hay músicos callejeros y estatuas vivientes en cada esquina, algunos restaurantes han sacado mesas y sillas para crear terrazas y comer al aire libre, y la gente camina de un lado para otro sobre la calle peatonal Torgalmenningen, revisando los estantes con ropa que las boutiques también improvisaron.

Todos quieren estar al aire libre o al menos esa es nuestra primera impresión.

"Y así es. Es que hoy el clima está especialmente maravilloso", expresa Roberto Márquez, un cubano que reside en Bergen desde hace 15 años.

Roberto, casado con una noruega y residente de esta ciudad, se encargará de guiarnos por unas horas a través de los sitios imprescindibles de Bergen.

Eso sí, desde un principio se ocupa de aclarar que a los museos deberíamos regresar otro día, cuando el sol brille menos.

"Es que hoy no vale la pena gastar el tiempo en un museo. Días con sol, como éste, hay pocos en el año. Y no verán este ánimo otra vez", insiste. "Porque, además, si mañana hay más de 26 grados, entonces (los noruegos) también comienzan a quejarse del calor".

Roberto detalla cómo los habitantes de Bergen aman los días con sol, siempre y cuando no sean demasiado calurosos. "Yo, en cambio, como buen cubano, necesito mucho sol para sentirme contento", dice entre risas.

Convencidos ya de que la temperatura templada sacará lo mejor de la ciudad y de sus habitantes, decidimos marcar un recorrido que nos permita admirar la arquitectura y a la gente sonriente, que platica muy relajada en jardineras, fuentes o en cualquier lugar que sirva para sentarse.

El itinerario queda así: caminar por Torgalmenningen hasta el muelle de Bryggen, visitar el mercado de pescado y, finalmente, subir en funicular hasta la cima del Monte Fløyen, para obtener la que, dicen, es una de las mejores vistas de la ciudad.

EL MUELLE DE TODOS

El entusiasmo contagiado nos lleva a donde están muchos: al muelle de Bryggen, la ciudad hanseática (de "Hanse", como se denominó a la antigua confederación de ciudades alemanas, dedicadas al comercio) conformada por 62 construcciones.

Los edificios de este rincón son de madera, con techos de dos aguas y de hasta tres pisos; apenas logran distinguirse unos de otros por los cálidos colores en sus fachadas. Albergan los museos más importantes de la ciudad, así como distinguidos restaurantes y exclusivas boutiques y galerías.

Es aquí, frente al mar, que inició la vida comercial de Bergen y prácticamente del país entero.

En este muelle los comerciantes de origen alemán pertenecientes a la Liga Hanseática ubicaron sus negocios y residencias en el siglo 14, y así dominaron la economía de la zona por cinco siglos.

Aunque el aspecto de estas edificaciones sugiera lo contrario, la mayoría no están aquí desde aquel entonces. Roberto cuenta que el fuego ha arrasado la región al menos siete veces, pero las casas se han reconstruido una y otra vez, tal como eran originalmente.

Así, deambulamos por estrechos callejones con olor a madera húmeda, en los que apenas logra colarse el sol. Diminutas puertas invitan a pasar a joyerías de artistas, como la de Per Vigeland o a la de la eslovena Živa Jelnikar. También hay galerías famosas, como Hetland, que tiene reproducciones de las llamativas obras del artista noruego Audun Hetland.

Al ir y venir por los callejones notamos que las antiguas estructuras hanseáticas se inclinan hacia un lado o hacia el frente.

El tiempo ha hecho lo...

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