Sortean misión de fuego

WASHINGTON.- Tantas cosas pudieron haber salido mal cuando los comandos Seal surcaron el cielo de Pakistán, bajaron en sogas a una fortificación rodeada por muros, se tirotearon y encararon al terrorista más peligroso del mundo. El asalto, pese a sus aspectos cruciales, funcionó bien.

Casi todas las contingencias para las que se habían entrenado los 25 soldados sucedieron rápida, caótica y peligrosamente en el asalto final a Osama bin Laden.

Contaban con la mejor información que poseía Estados Unidos sobre el paradero de Bin Laden desde hace una década, pero había mucho de conjetura en un operativo donde estaban en juego sus vidas, la reputación de un Presidente y el prestigio de un país.

Washington no tenía pruebas contundentes de que Bin Laden estuviera en el lugar -ahora se sabe que la CIA vigiló el recinto desde una casa de seguridad-. El Presidente Barack Obama dio luz verde porque existían "probabilidades bastante buenas" de que hallarían su objetivo, según el jefe de la CIA, Leon Panetta.

Días después, el Gobierno presentó una reconstrucción distinta del relato inicial y probablemente más precisa, aunque por ahora la única.

Aparte de los soldados, los únicos testigos directos son los sobrevivientes de la finca, quienes están presos en Pakistán.

La versión oficial tiene muchas lagunas: cuántos eran los defensores armados, quién disparó a quién, por qué no se llevaron a ningún prisionero, cuántos comandos asaltaron la habitación de Bin Laden.

No se ha dicho con claridad por qué los comandos mataron a Bin Laden, quien estaba desarmado, en lugar de capturarlo. Fuentes anónimas aseguran que el líder terrorista trató de recoger el fusil AK-47 que siempre cargaba.

Como sea, la operación muestra todas las características de una misión para matar.

Pero sólo en una cosa no ha habido incongruencias...

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