Sotto Voce / Para la Antología del Rebuzno

AutorLázaro Azar

In memoriam

André Previn (1929-2019)

Habrá sido la primera artista mexicana en triunfar en el extranjero y los memoriosos más edulcorados insistirán en llamarla "El ruiseñor mexicano", pero hoy, pocos saben quién fue Ángela Peralta, esa mujer portentosa que da nombre a la calle que separa al Blanquito de la Alameda.

Tras ella, la lista de mexicanos cuyo canto enardece nuestro orgullo, es vasta. Tan solo en Con el Sol de México en la Voz, Enid Negrete documenta el paso de más de una veintena de cantantes por el Liceu catalán, desde la Peralta en 1870 hasta Arturo Chacón en 2017, sumando a ellos la labor enriquecedora de repasadores, escenógrafos, directores y compositores que han brillado más por esos lares, que en esta patria que si no ha sabido brindarles un nicho adecuado, oportunidades, menos.

Más que la falta de presupuesto, nuestros cantantes lamentan la paupérrima visión de nuestros políticos a la hora de "apoyar" la ópera: suelen optar por el relumbrón y no les duele tirar millones de dólares para replicar el mismo conciertito de Plácido Domingo, o de lo que queda de José Carreras.

Peor aún, ni siquiera se sonrojan al evidenciar la magnitud de su ignorancia patrocinando presentaciones que, en el mejor de los casos, encabeza Andrea Bocelli o, en los más lamentables, Filippa Giordano, ¡tan floreada en su foto de este miércoles con Sergio Mayer! Señores: ni "eso", ni los flashmobs son ópera. Mucho menos, ejemplo de buen canto.

Lo más lamentable, es que esta camada no aprende; y eso que desde hace casi 200 años el gobierno financiaba -en la mayoría de las ocasiones de manera discreta, más no por ello pichicata- la visita de gran cantidad de "compañías líricas", según consigna Áurea Maya en La producción de ópera italiana en México durante la primera mitad del siglo XIX, donde desvela las entretelas de quienes difundían esta actividad, entre 1830 y 1857.

Inteligentemente, "Santa Anna se sirvió de la ópera como un instrumento más de demostración de exhibición pública, jerarquía, poder, continuidad, estabilidad y afluencia, tal y como el emperador solía...

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