SOTTO VOCE / Una escoba para Consuelo

AutorLázaro Azar

No conozco a Consuelo Sáizar. Mucho se ha dicho sobre su sólida y eficiente trayectoria en el medio editorial, pero más aún, es lo que se espera de ella.

Que yo no la conozca es lo de menos. Me inquietan comentarios como el de Fernando De Ita, quien señala que la señora habrá llegado al cargo "arropada por la crema y nata de los artistas, intelectuales y científicos arropados a su vez por el Fondo de Cultura Económica (FCE) en los siete años de su gestión", pero que "no está familiarizada con el resto del espectro cultural". Lo que es más, puntualiza que aunque ya sepa cómo "tratar a los divinos, tendrá que aprender a dialogar con los mortales".

No faltará un Beltrones que sentencie que lo realmente difícil será que logre mantenerse bien fajados los pantalones, pues como expusiera un lector en un foro de este periódico, ya conocerá "la inercia, ineptitud y deslealtad de todo ese 'gran equipo' que mantuvo en vilo a la cultura desde los tiempos de Sara Bermúdez".

Lo curioso, es que no es precisamente ese "equipo" el más inquieto ante quien, apenas tomó la dirección del FCE, consiguió disminuir la nómina mediante una profunda reestructuración. ¿Podrá hacer algo semejante en una institución como el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes que destina 89 centavos de cada peso a mantener su desmesurada burocracia?

Ante declaraciones de que durante su paso por el Fondo de Cultura Económica liquidó o despidió a más del 80 por ciento del personal, abundan quienes afirman que entelequias sacrosantas como el INBA y el INAH "dejarán de ser instituciones culturales para convertirse en empresas comerciales"; inciertos y temerosos, propagan infundios como aquel de que el Palacio de Bellas Artes será concesionado a OCESA o que ya lo compró Slim.

Por mucha lana que tenga el Ingeniero, no creo que ni él ni nadie quiera echarse al lomo un alacrán del calibre de los sindicatos que ahí imperan.

Hace unos días me escribió un artista y bailarín que muchas veces ha "padecido la monserga" de colaborar con nuestra exánime Ópera de Bellas Artes. Con conocimiento, se queja de la "mezquindad y displicencia" de un sindicato al que retrata en estos términos: "es una epopeya sacar algo digno de ellos, sobre todo disposición al trabajo; tal parece que su Honorable Sindicato les ha prohibido ser profesionales, desquitar los salarios que perciben, ser empeñosos, respetuosos de sus compañeros de escena, entregados y obedientes al director en turno o ensayar con la...

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