Sotto Voce / Gatitos de angora

AutorLázaro Azar

El sábado pasado, Jorge Ramos escribía en este periódico sobre el peligro de ser neutrales en quienes nos dedicamos al periodismo. Coincido con él y abundo: también debemos tomar partido contra cuantos se sueltan a opinar y hasta emitir "recomendaciones" sin contar con la información y, sobre todo, la formación para ello.

La crítica musical siempre corre el riesgo de ser tachada de subjetiva, ignorando que lo primero que ésta considera son ciertos "detallitos" que no entran en el ámbito de la subjetividad sino en el de la precisión. Sobre ellos insistía siempre ese gran sabio que fue el Maestro Herrera de la Fuente: se está afinado o no se está, se está a tiempo o no se está... y así podríamos seguirnos hasta caer en ámbitos más ambiguos, como el de si se está en estilo, o no se está.

Sin caer en fundamentalismos yihadistas, es deber del crítico musical tomar partido cuando ve cómo amparándose en instituciones tan cuestionadas en México como aquellas destinadas a defender los derechos humanos, un grupo de atrilistas que no dio el ancho pretende pasar por encima de aquello que es la razón de ser de un oficio. "Con la pena", diría mi nana, pero los músicos no pueden pasar por encima de la Música.

Esto viene a colación ante el alboroto que un grupito de liosos ha armado contra Marco Parisotto, titular de la Orquesta Filarmónica de Jalisco (OFJ). Tan delicados como un gatito de angora, fueron ante la Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDH) para acusarlo por ser de muy feos modos. Unos lloraban porque les dijo gordos y otros gemían porque les dijo viejos. Eso sí, como buenos émulos de Donald Trump evidencian su xenofobia vociferando "que mejor se regrese a su país" ante quien se les ponga enfrente.

Lo que no dicen, es que el origen de su descontento reside en que ha osado exigirles aquello para lo que se les contrata. Desgraciadamente, en este País imperan la mediocridad, el compadrazgo y las prebendas sindicales por encima de lo único que anhelarían los...

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