La Suprema Corte y el 'góber precioso'

AutorMario Melgar Adalid

La Suprema Corte de Justicia de la Nación juega un papel fundamental en la vida de México. Se ha convertido en el árbitro de la arena política, lo que debió haber ocurrido hace muchos años. El presidencialismo y las dosis de autoritarismo impidieron que jugara ese papel. Ahora debe desempeñarlo cabalmente. Sin embargo, su intervención en el asunto de las supuestas violaciones a las garantías de Lydia Cacho por parte del gobernador de Puebla supone un riesgo que la Corte deberá calcular por las implicaciones futuras.

El reciente escándalo hace evidente que la discusión sobre la facultad de investigación de la Corte establecida en el artículo 97 de la Constitución dejó de ser un asunto doctrinal y teórico para entrar al mundo de la realidad política. Todo inició con la más reciente telenovela de moda protagonizada por el tristemente famoso gobernador del estado de Puebla, Mario Marín, mejor conocido, por el pueblo de México entero, y hasta por el New York Times, como el "góber precioso", mote que ya no le quitará nadie, pues se lo ha ganado a pulso.

Andrés Manuel López Obrador fue el primero en proponer que el asunto se sometiera a la Suprema Corte a fin de que investigara si existe grave violación de una garantía constitucional. El PRI, incrédulo primero, torpe después, se sumó sin remedio a la solicitud presentada por la Cámara de Diputados a la Suprema Corte de Justicia. Las expectativas son muy amplias y la sociedad espera que la Corte resuelva confirmando lo que ya está juzgado por la opinión pública. Nadie duda de la veracidad de las grabaciones, así sean o no pruebas idóneas, y que hubo ciertamente violación de garantías de la periodista Lydia Cacho, nadie duda tampoco del contubernio del precioso "góber" Marín con el menos precioso empresario textilero. La opinión pública nacional espera la renuncia del gobernador de Puebla y que se inicie el proceso judicial del empresario y todo lo que las investigaciones descubran respecto de una red de complicidades.

El veredicto ya lo emitió la opinión pública. Así como el pueblo siempre supo que Andrés Manuel López Obrador era inocente, lo fuera o no, de la acusación de desacato, el "góber precioso" ya recibió sentencia popular. ¿Qué le toca entonces a la Suprema Corte? ¿Confirmar la resolución popular, revocarla y emitir otra en sentido diverso o no realizar la investigación, desechando la petición de la Cámara de Diputados? Difícil papel, pero necesario.

Informar a los ciudadanos

No obstante...

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