Sylvia Navarrete/ Clasicismo y decadencia

AutorSylvia Navarrete

anuncia el tono: es una suma de las enseñanzas, de las experiencias visuales y sensibles, que el autor acumuló durante una estancia reciente en su tierra. De 1997 a 1999, Spanÿ volvió becado a Italia para estudiar en la Academia Albertina de Turín. Asimismo, ese conjunto de cuadros es una fase más en la investigación en torno a la figura, de la cual el autor no se ha apartado ni un ápice desde 1991, en un proceso que se revela obsesivo, terco, doloroso y gozoso a la vez.

Se trata de una pintura clásica, en el sentido en que recupera el oficio bien hecho, y en la medida en que se basa en escenas mitológicas y en la pintura romántica italiana del Siglo 19. Estupefacción: ya nadie pinta así. ¿Por qué se empeña en hacerlo Luciano Spanÿ? Su trabajo constante sobre la figura humana ha conocido vaivenes, con etapas abocetadas y tirando a la abstracción, y momentos "realistas" como el actual. Esta ambivalencia se manifiesta ahora en un tratamiento preciso, terminado, de la anatomía, en contraste con magníficos fondos elaborados como campos de colores pardos, azulados o verdosos, sobre los cuales se imponen los cuerpos desnudos de los modelos.

Es una pintura manierista, algo grandilocuente. Las poses son exageradas, dramáticas, respondiendo de tal modo a la necesidad de infundir movimiento y fuerza expresiva a la figura. Si no fuera así, serían meros retratos, subraya el autor, indiferente ante este género. Para él, el manierismo es la única vía de pintar la figura humana: es la única manera de provocar sensaciones y motivar cambios en el espectador.

La inspiración mitológica, las referencias clásicas y decimonónicas, se traducen en varias paráfrasis de cuadros maestros (El rapto de las Sabinas de Rubens, El descendimiento de Durero, etcétera). Desafortunadamente, es en estas representaciones de grupos de figuras donde la composición de Spanÿ se torna rígida: los cuerpos de tamaño natural quedan encajonados en la tela de gran formato, sin dejar espacio para otra cosa que no sea su propio movimiento, su propia tensión, su propia luz extraña. Este efecto premeditado cumple su propósito: agredir de cierta manera la mirada, relegando en el segundo plano las tonalidades tenebrosas del fondo que, por contraste, magnifican el fulgor que parece emanar de los cuerpos.

El manejo de la luz es un punto fuerte de la exposición. Por medio de muchas veladuras y de capas de un pigmento amarillo que recién descubrió...

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