Tejen vínculo comunitario

AutorAntonio Bertrán

FOTOS: KARLA AYALA

"Lentejitas" suena muy tierno cuando Andrea Luna enumera el menú del día que servirá el Comedor Comunitario Condesa Iztapalapa. Por 10 pesitos habrá también arroz y albóndigas o tortitas de espinacas con atún.

El comedor no opera, como era la ilusión de Andrea, dentro de la Clínica Condesa Iztapalapa "Bernardo Sepúlveda Amor", especializada en VIH-sida, que se ubica en la avenida Combate de Celaya, sino a pocos metros en una callecita enfrente, la Segunda de Francisco Rivera, de la misma colonia Unidad Habitacional Vicente Guerrero.

"Pero al menos con el nombre ligamos el comedor a la clínica", explica.

"Capital Social. Por Ti", se lee en una de las paredes del localito que ocupa el comedor, una cochera en realidad, que no cumple con los metros cuadrados reglamentarios que exige el Programa de Comedores Comunitarios de la Secretaría de Desarrollo Social. Además no es propio sino rentado, lo cual es otra falta al reglamento. Pero Andrea es "terca" y se obstinó hasta conseguir su propósito porque así como puede sonar tierna al decir "lentejitas", es dueña de la seguridad y el hablar firme de esas mujeres transgénero que salen adelante del rechazo familiar, la discriminación y la violencia al ejercer, no pocas veces a falta de otra opción, el trabajo sexual.

"Ahorita regreso ya con las compañeras para comer, son 15", advierte a su equipo de dos cocineras y una ayudante. Las compañeras ocuparán las mesas de plástico dispuestas sobre la banqueta (en la accesoria apenas cabe la cocina), y muy probablemente no todas pagarán los 10 pesitos que el programa exige.

"No toda la gente que viene a la clínica o al hospital del IMSS (el General de Zona número 47, a unos 300 metros) puede pagarlos, pero igual les damos de comer", aclara Andrea.

De apellidos González Rodríguez, Andrea también se llama la directora ejecutiva del Centro para la Prevención y Atención Integral del VIH-sida de la Ciudad de México, del cual depende esta clínica de Iztapalapa, inaugurada el 30 de noviembre de 2015, y la Clínica Condesa de Benjamín Hill, que en la colonia Hipódromo Condesa abrió sus puertas mucho antes, el 20 de enero de 2000.

"La población que apareció en Iztapalapa es, en principio, más vulnerable que las poblaciones de la Condesa", ilustra González, "empezaron llegando personas con menores ingresos, la proporción de mujeres es mayor acá (en Iztapalapa) que allá, y si ves el grupo trans de aquí es de nivel socioeconómico más bajo en general que el de allá".

Las 15 compañeras de Andrea Luna pertenecen a un grupo de apoyo de personas transgénero, con y sin diagnóstico positivo de VIH, y han pasado la mañana en un taller de empoderamiento que en uno de los espaciosos salones de la Clínica Condesa Iztapalapa conducían dos psicoterapeutas de la asociación Casa de la Sal, que también tiene una oficina de apoyo en la misma institución para brindar acompañamiento a mujeres VIH+ embarazadas, y apoyar a los pacientes en el manejo de emociones y lograr el apego al tratamiento antirretroviral.

En una dinámica, sentadas en círculo las y los participantes se pasaron una rosa blanca a la que le fueron arrancando pétalos.

"Estábamos analizando lo que la vida nos arrancó y lo que nosotros le arrancamos a la vida", explica Andrea, quien desde los 7 años se dio cuenta de que su identidad de género no correspondía con los genitales masculinos con los que nació, situación que a los 12 la obligó a dejar el hogar y vivir del trabajo sexual en una esquina de Churubusco y Tlalpan. A los 14 años ya era la amante de El Padre o El...

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