El temporal de las encuestas

AutorAlejandro Moreno

Las encuestas electorales pasan por una fuerte crisis de credibilidad.

Nancy Belden, prominente investigadora de la opinión pública estadounidense, afirmó que, en México, la guerra de las encuestas es una lid política con fachada metodológica.

Esto es, el intento por desacreditar a las encuestas por lo general viene acompañado de argumentos metodológicos -los cuales, más allá del círculo de los especialistas, tienden a ser oscuros e incomprensibles-, pero el fin del descrédito es, en esencia, político.

A poco más de dos meses de los comicios para elegir presidente de la República (en el caso de la Ciudad de México también para renovar jefe de Gobierno, senadores, diputados, locales y federales, y Delegados), las claras diferencias en los resultados de encuestas diversas, de patrocinadores y responsables de levantamiento con orígenes distantes, tan sólo han alimentado sospechas.

La lectura de las encuestas se ha utilizado a últimas fechas como un arma política y no sólo como una herramienta de análisis. Ese es el problema real.

Esto ni es privativo de México ni es nuevo. Cuando un político de cualquier rincón del planeta e inscrito en cualesquiera competencia electoral se ve favorecido por alguna encuesta, divulga sus resultados con bombo y platillo; cuando no es así, descree en ellos y los desacredita de manera pública.

Las declaraciones políticas al calor de la contienda son la pólvora de la guerra de las encuestas.

Uso político y escrutinio público

Desde la dimensión periodística, el término "guerra de encuestas" fue utilizado por vez primera en el país en 1990, durante el proceso electoral que se realizó en el estado de México para renovar el Congreso local y las presidencias municipales.

A la observación de Belden -de que la guerra de encuestas se entabla con batallas en pos del descrédito político- hay que agregar que en la elección del 2000 en México se suma otro elemento táctico que la vuelve muy apetecible: la competencia entre agencias de investigación por los jugosos contratos comerciales para llevar a cabo estudios de opinión en el marco de la disputa electoral.

En este contexto, es notable la insistencia del propio gremio de encuestadores a desacreditarse a sí mismos con tal de expandir algunos espacios contractuales.

Durante el proceso electoral de 1999 para elegir un nuevo gobernador, el estado de México dio, de nueva cuenta, razones para hablar de las encuestas: en esa ocasión, se crearon escenarios de competencia que...

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