Teodoro González de León: La visión del artista incansable

AutorRicardo Dorantes

Fotos Retratos: Carlos Figueroa

Teodoro González de León dice, como si nada, que trabaja en cinco proyectos distintos.

¿Qué hace uno de los arquitectos más longevos del País para reinventarse en cada propuesta?

El mayor precursor de íconos en la Ciudad de México recibió a ENTREMUROS para hablar de religión y política, del presente y el pasado, de lo improbable que es el futuro, del proceso de la creación artística y de las múltiples formas de vida que persigue desde que se levanta hasta que termina la jornada.

Así llega el arquitecto más renombrado de México a sus 90 años.

ARQUITECTO DEL PRESENTE

Ricardo Dorantes

El arquitecto se despertó temprano, como siempre, para nadar y hacer ejercicios de tensión muscular, desayunar ligero y presentarse a trabajar en su despacho, ubicado en la Colonia Condesa. Es la rutina de los viernes, de los sábados, de los domingos y de toda la semana.

La elegancia como uniforme diario, traje oscuro, camisa negra, corte italiano, bufanda de diseñador. Así llega Teodoro González de León a los 90 años, así, incólume, se le ve por fuera.

Por dentro es un artista ávido de preguntas, cultísimo y que no niega su capacidad de sorpresa.

"No soy nihilista ni escéptico; soy, digamos, ateo, a veces", confiesa. "Me asombra la observación que hace la ciencia del mundo, que es cada vez más compleja. Y pensar en que puedan existir otras dimensiones que expliquen dónde estamos me da vértigo".

No es un hombre de religión, sino uno que se define por sus formas de vida, como él mismo las ha enlistado: la literatura, la música, la plástica y la arquitectura.

Sin esa búsqueda artística sería imposible que uno de los decanos de la arquitectura mexicana pudiera reinventarse en cada proyecto, tal como lo hace González de León desde sus primeras obras, que datan de la década de los 50.

"No sé cómo influyen las otras artes en mi trabajo y creo que nadie lo puede decir, pero sé que lo hacen. La creación es un problema muy misterioso que nadie ha sabido explicar.

"Encontrar cómo las neuronas hacen sinapsis y se llega a una obra artística es un fenómeno que nos tardaremos abismal tiempo en comprender", asegura.

El arquitecto es el principal hacedor de íconos que embellecen diferentes puntos de la Ciudad. Ahí están las oficinas del Infonavit (1975), el Museo Tamayo (1981), el Auditorio Nacional (1992), las sedes del Fondo de Cultura Económica (1992) y del Colmex (1976), el Palacio de Justicia Federal (1992), la sede de Escuela Superior de Música (1994)...

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