El territorio Asimov

AutorIsrael Sánchez

Desde una llana región en el tercer planeta del Sistema Solar, una mente sin fronteras concibió el destino de la humanidad y demás seres en galaxias remotas y mundos futuristas, plantando la semilla de la imaginación fantástica en millones de lectores: Isaac Asimov.

El bioquímico, escritor de ciencia ficción y prolífico divulgador científico, de cuyo nacimiento en Petrovich, en la otrora Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, se conmemora hoy su primer centenario.

Con apenas 3 años, Asimov y sus padres emigraron de la nación pionera en enviar un humano al espacio, y se asentaron en Nueva York, desde donde se convirtió en uno de los autores más influyentes -y también más vendidos- de todos los tiempos, con alrededor de 500 obras firmadas, entre las que se cuentan sus novelas de ciencia ficción, de divulgación, compilaciones, ensayos, artículos periodísticos y cuentos cortos.

"Me parece que es un escritor fundamental. Hay gente que lo ve como un escritor no tan importante porque sienten que su pluma no es tan elegante como la de otros escritores de ciencia ficción; sin embargo, a mí me parece un visionario con ideas adelantadas a su época", opina en entrevista la matemática Gabriela Frías, para quien la figura de Asimov, junto con la de Carl Sagan, fue esencial en su vocación como divulgadora científica.

Dispositivos inalámbricos, cine en 3D, teléfonos inteligentes, videoconferencias y el complejo mundo de la robótica son algunos de los desarrollos que pasaron de figurar en los relatos del ruso a ser una realidad actual. Esto, en buena medida, por la capacidad del autor para extrapolar en su obra las tendencias de su época, pero también al servir como inspiración y modelo, y al crear leyes universalmente reconocidas.

"Yo creo que la obra de Asimov, mucho más allá de su literatura, tiene como principal aportación la forma en que popularizó algunos conceptos y algunas posturas respecto al desarrollo científico y tecnológico a lo largo del siglo 20. La más importante de todas es el hecho de que él inventó la palabra 'robótica'", destaca el narrador y ensayista Alberto Chimal.

Y es que, continúa Chimal, el autor de clásicos como Yo, Robot, El hombre bicentenario o El sol desnudo, en armonía con las ideas positivistas de la primera ciencia ficción de principios del siglo pasado, proponía que el conocimiento científico y el avance tecnológico pueden ser una herramienta de progreso.

De forma tal que el robot, un personaje hasta entonces más...

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