Territorios / El arte de la fuga

AutorSantiago Gamboa

La frontera entre las dos Coreas es uno de los últimos muros políticos que subsisten en el mundo, pero todo indica que, con el deshielo y el inesperado diálogo con Estados Unidos, se seguirá encogiendo.

Las cifras así lo demuestran: desde 2010 hubo un promedio de mil 500 norcoreanos fugados hacia el sur, pero en 2017 se redujo a 881. Evasiones en las que los prófugos se juegan la vida y siempre en el mismo sentido: del lado comunista hacia el democrático. Un triste rezago de la dura historia del siglo XX. Y no sólo en Corea.

Con sus especificidades, fue también el caso de Berlín y Nicosia, y lo sigue siendo Jerusalén, donde el muro es de aire pero todos lo ven y respetan. Ciudades fracturadas por guerras, capitulaciones o tratados de paz. Algunas ya restablecieron la unidad, pero queda la épica de los prófugos y el arte de la fuga. En Berlín está el Check-Point Charlie, uno de los pasos más célebres del antiguo muro, pues en él se hacían los intercambios de espías. Hoy alberga un museo de la fuga con los ingenios ideados por los berlineses orientales para escapar. Hay carros parecidos a los viejos SIMCA con el interior acondicionado para ocultar a tres personas bajo los asientos traseros, y especies de globos aerostáticos para elevarse por los aires, en la noche, y cruzar a la zona occidental sin ser vistos por la policía.

En Nicosia, capital de la isla de Chipre, un mecánico de la zona turca se hizo lanzar al lado griego (rico y cosmopolita) con un curioso sistema, más propio de un aspirante a suicida: una catapulta que debía arrojarlo por los aires, cerca del muro, y un paracaídas para aterrizar del otro lado. La catapulta funcionó y el paracaídas se abrió a tiempo, pero el hombre cayó con demasiada fuerza sobre la terraza de un café y mató a un anciano que leía el periódico, un viejo que militaba por una Chipre unida, sin separaciones ni muros. El mecánico prófugo fue condenado a cadena perpetua en su añorada ciudad.

Los cubanos merecen capítulo aparte, pues su división, su otra mitad, no está en la...

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