Territorios / Ciudad Pandemia

AutorSantiago Gamboa

Se acabaron los viajes y, paradójicamente, desaparecieron las fronteras en el momento justo en que todas se cierran, amenazantes, para proteger a la población. La idea es vivir dentro de una fortaleza para que el enemigo exterior, la plaga, no logre entrar a nuestros predios, y si lo hace procurar aislarlo hasta que muera. Las fronteras mentales e históricas, las que cruzamos con el pensamiento o el miedo, dejaron de existir. El virus avanza sin contención y llega a todos los rincones de este frágil planeta y por primera vez en siglos (en los siglos de mi memoria) toda la humanidad está combatiendo, al tiempo, el mismo problema. Una especie de aldea global sanitaria. Los países, los continentes, son hoy los gigantescos pabellones de ese inmenso hospital de campo que es el planeta y, a su vez, la población del mundo empieza a llamarse por su condición sanitaria: sano, infectado, portador, positivo o negativo, curado, anciano.

El baile de las cifras es el nuevo indicador global. ¿Cuántas muertes van en Italia? ¿Ya empezó América Latina? ¿Por qué sube tan rápido en España? ¿Por qué tan pocos decesos en Alemania? ¿India está haciendo pruebas? Los héroes son los países curados, las naciones que aplanaron la curva y la hicieron descender, y se transformaron en modelos para el resto de la humanidad. Son los nuevos buenos de la moral policlínica universal. "Lo que pasa es que los coreanos del sur y los chinos están más acostumbrados a la vigilancia policial digital que los europeos, y eso los salvó", nos dice Byung-Chul Han, filósofo surcoreano, profesor en Alemania. Y así es la cosa. La salvación de hoy está en el Big Data, en las cámaras de seguridad con control térmico que permiten a las autoridades sanitarias (los nuevos jerarcas del mundo-hospital) detectar mi enfermedad antes que yo mismo sea consciente, mientras camino por la calle, y por eso es muy posible que en una esquina de Ciudad Pandemia una patrulla ambulancia me detenga y me lleve a la fuerza con los demás infectados, mientras que yo, como Joseph K, pregunto de qué soy culpable y me...

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