Tesoros en el abismo

AutorAnaline Cedillo

AQUISMÓN, San Luis Potosí.- Un graznido muy agudo, cuyo volumen aumenta a cada paso, anuncia que el abismo está cerca.

Empapados por la lluvia o acalorados por los rayos del sol que se cuelan entre los cafetales, los viajeros llegan hasta el Sótano de las Huahuas para contemplar el vuelo de los vencejos acollarados (Streptoprocne zonaris) a su morada.

El espectáculo que dan las aves en este refugio de la Huasteca Potosina es similar y menos concurrido que el del Sótano de las Golondrinas, ahí parte de su encanto: el sitio se conserva más rústico y el mirador está más próximo a la boca de la sima. Además, está más cerca de Xilitla (a 40 minutos en automóvil) que el de las Golondrinas, ubicado a una hora y cuarto.

La caminata inicia cuesta abajo. Conviene ir despacio. Las piedras del sendero están resbalosas por la llovizna que no ha cesado durante todo el día y muchas de ellas incluso cubiertas de musgo. Huele a tierra mojada, a cedros, palos de rosa, copales, chacas y otros árboles que pintan de verde la zona.

El guía se detiene en una cabaña donde una familia vende café y ofrece en préstamo bastones de madera para el recorrido. Si se acepta llevar uno, lo correcto es dar propina al volver.

La marcha de los vencejos comienza todos los días alrededor de las seis de la mañana, cuando dejan el sótano que mide 478 metros de profundidad y unos 90 metros de diámetro. Se cree que van al Golfo de México a conseguir su alimento, esto, por los restos de semillas de vegetación de playa que se encuentra en su excremento.

Antes del atardecer, apostados sobre las rocas del mirador, los viajeros aguardan su regreso. Los más valientes asomados en un extremo de la hoya.

Cientos de aves llegan graznando con fuerza. Apenas dan unas cuantas vueltas, toman vuelo para perderse en la oscuridad como una especie de kamikazes. El espectáculo se repite varias veces, hasta que la cantidad va mermando conforme cae la noche. Lo mejor es permanecer callado para no molestar a las parvadas.

La sima regala a los vencejos el hábitat perfecto para vivir y reproducirse. Los humanos no entran frecuentemente -de vez en cuando algunos intrépidos practican rapel- y para los depredadores es complicado ingresar, lo que garantiza que los polluelos crezcan hasta alcanzar la etapa adulta.

La cantidad de aves que llegan diariamente no está definida, explica Ena Buenfil, directora de Huaxteca.com, una de las...

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