Tesoros universitarios

AutorTania Romero y Carlos Tomasini

Un grabado realizado en el siglo 17 por Rembrandt, el lugar donde Sor Juana Inés de la Cruz vivió y escribió gran parte de su obra, o un observatorio astronómico en medio de los corporativos de Santa Fe, son ejemplos del acervo que tienen algunas de las universidades más importantes del País.

Parte de las funciones básicas de una universidad es la preservación de la historia y la búsqueda del conocimiento, por lo que las instituciones de educación superior más importantes, públicas y privadas, poseen un patrimonio que le ayuda a esas tareas.

Por esa razón, estos acervos son un verdadero tesoro para las instituciones de educación superior; pero no sólo se trata de objetos artísticos o históricos, sino también de instalaciones con tecnología avanzada o hasta de patrimonio intangible, como el orgullo o el legado de algún personaje.

En países como Estados Unidos, el patrimonio de las universidades sirve para financiar muchas de sus actividades, como la investigación; por ejemplo, en 2005, la Universidad de Harvard tenía más de 25 millones de dólares en patrimonio, seguida por Yale, con 15 millones.

En México, el patrimonio no suele ser valuado por las universidades, ya que se utiliza para difundir la ciencia o la cultura; sólo en algunos casos deja ganancias por renta de un inmueble, por préstamos de piezas para alguna exposición o por su utilización en alguna investigación privada.

A continuación presentamos algunos ejemplos de esos tesoros que, la mayoría de las veces, están ocultos entre los muros de las universidades, pero que sirven para que en sus aulas se formen las futuras generaciones de México.

La más importante

En el País, la institución pública no gubernamental que cuenta con el mayor patrimonio histórico, científico, artístico y cultural es la Universidad Nacional Autónoma de México.

Según cifras proporcionadas por la Máxima Casa de Estudios, cuenta con 13 museos (como el de Geología o Universum), 18 recintos históricos (como el Estadio Olímpico México 68 o el Palacio de Minería) y un total de 5 mil 800 hectáreas de superficie, contando todos sus espacios, que son 23 en la zona metropolitana de la Ciudad de México, además de sus instalaciones en otros estados de la República y en ciudades de Estados Unidos y Canadá.

Asimismo, tiene 152 murales (como el de la Biblioteca Central, llamado "Representación Histórica de la Cultura", de Juan O'Gorman), más de 50 vitrales de diferentes épocas y 139 bibliotecas con más de 5 millones de volúmenes, además de 172 libros incunables del siglo 15, como una edición de la Biblia latina.

En todo su acervo, la UNAM mezcla el pasado con el presente; por ejemplo, tiene 2 mil aparatos de instrumentos científicos antiguos y 31 mil manuscritos y documentos del siglo 16 al 19, así como más de 45 mil computadoras conectadas en red y 458 servidores de internet.

La Universidad también tiene a su cargo servicios públicos, como el Sismológico Nacional, cuatro reservas ecológicas y el monitoreo del volcán Popocatépetl.

"La importancia del acervo de la Universidad es que exista una institución que se preocupe por preservar, hasta donde es posible, la historia de México, tanto desde punto de vista científico como del artístico", explica José Manuel Covarrubias, tesorero de la UNAM.

Una 'pequeña' muestra

Estos impresionantes números sólo cobran vida al conocer de cerca los lugares donde la UNAM guarda su patrimonio.

En el Centro Histórico, a unas calles del Zócalo, se encuentra la Academia de San Carlos que, desde la década de los 70, pertenece a la UNAM y donde actualmente se imparten programas de extensión y posgrado de la Escuela Nacional de Artes Plásticas.

Esta academia fue fundada en la Nueva España en 1781 para formar profesionales en las artes y, desde entonces, se encuentra en un imponente edificio rojo que, curiosamente, antes de ese año, albergaba un hospital en el que se trataban pacientes que padecían enfermedades venéreas.

Arturo de la Serna, actual coordinador de Curaduría de este recinto, toma unas llaves y abre una vieja puerta de madera del primer piso; al cruzarla, se llega a las galerías, recién restauradas y que antes albergaban una colección de arte tan grande que, posteriormente, sirvió para crear cuatro museos: el Nacional de Arte, el del Castillo de Chapultepec, el Nacional de San Carlos y el Nacional del Virreinato.

Pero hoy las galerías están vacías y lucen como nuevas, con acabados en madera, con pinturas en sus techos y con unos largos tragaluces de cristal que le dan iluminación natural durante el día; es como retroceder en el tiempo.

A 30 pasos de ahí se encuentra el Acervo Gráfico, un salón que antes pertenecía también a las galerías, pero que hoy sirve...

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