Entrevista / Thorsten Brinkmann / El saboteador enmascarado

AutorHéctor Orestes Aguilar

Aunque suena un poco extraño, el verbo intervenieren existe en alemán, forma parte cabal de su vocabulario. Latinismo a todas luces, es transitivo, "débil", tiene connotaciones políticas y militares, su significado es el mismo que en nuestra lengua y de su raíz pueden generarse sustantivos por aglutinación. Uno de ellos sirve para definir con exactitud la muestra Amanecer, que Thorsten Brinkmann (Renania del Norte-Westfalia, 1971) presenta desde el 20 de abril y hasta fines de octubre en el Museo Nacional de San Carlos: Museumsintervention, la intervención completa de un museo.

Como ha escrito el crítico de arte Matthias Harder, esto podría sonar a un acto de sabotaje. La idea misma de intervenir un museo parece excesiva y forzosamente provocadora, pues irrumpir en un espacio sacralizado por el canon de inmediato pone en tela de juicio los valores estéticos ahí establecidos. En el caso de San Carlos esto es aún más fehaciente: Brinkmann presenta fotografías de muchos formatos, cuadros, instalaciones, esculturas, espacios interiores, un autómata, un videoperformance e, incluso, objetos sueltos (una pelota, una bolsita de cacahuates) injertadas a las piezas del acervo permanente del recinto, donde hay soberbias -pero ya muy vistas- obras de arte europeo, desde retablos medievales hasta óleos de Rubens.

Esta "invasión" de obras tan heterogéneas sucede a petición explícita de la dirección del museo que, a sabiendas del agotamiento natural del carisma de su colección histórica, producto del mero paso del tiempo, decidió dar al artista alemán todas las salas del primer piso para su exhibición individual, la primera de este tipo para Brinkmann fuera de Europa. El propósito es desplegar la intervención de manera integral, provocando en los espectadores la espontánea necesidad de apreciar las pinturas y las esculturas antiguas, muy emblemáticas de San Carlos, en contraste y en diálogo con el irreverente mundo de ambientes, objetos e imágenes construido por el artista alemán. De esta forma -y aquí sigo al ya citado Harder- el museo añade a sus tareas tradicionales (el coleccionismo, la conservación y la enseñanza del arte) dos acciones más, ineludibles en nuestros tiempos: la presentación de su inventario permanente en una nueva perspectiva y, por ende, su reinterpretación.

Desde los años 90, Thorsten comenzó a autorretratarse, ataviado como hombre o mujer, como personaje medieval o renacentista. Para sus disfraces, que siempre le cubren el rostro...

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